Parte 7

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Pasaron una semana maravillosa. Tanto la Muggle como la bruja desfrutaban de la compañía de la otra y se fueron conociendo más poco a poco, descubriendo que había demasiado en común dentro de sus historias. Ambas tenían predilección por la oscuridad y lo misterioso, solo que Eleanor no lo extrapolaba tanto como Bellatrix. Ambas tenían una ferviente ideología sobre la lealtad y compromiso, siendo impulsada por la obsesión que adquirían sobre las personas, pero que poco a poco iba menguando, al menos la dirección en la que la habían llevado hasta ahora.

Mientras Bellatrix se quedaba en su despacho pensando sus conspiraciones de venganza, Eleanor iba a la cocina para tratar que Kreacher la dejase cocinar algo, lo que fuese, pero se le hacía tremendamente difícil convencer al elfo de recibir algo de ayuda. Extrañaba en demasía el poder hacer algo y sentirse útil, más aún el poder cocinar, pero la criatura le hacía las cosas demasiado difíciles. Llevaba días descansando lo que no había descansado en toda su vida, comía de maravillas y no se preocupaba de tener que moler y descuartizar cadáveres. Había dejado de pensar en qué hacer para no morir de hambre, todo gracias a la mujer que dormía cada noche a su lado, que la acariciaba como nadie había hecho antes, que la besaba hasta que sus pulmones pedían a gritos un poco de aire y que se había metido en su corazón de una manera inimaginable. Pero estaba el hecho de que se sentía inútil y eso la estaba volviendo loca.

Dentro de los días en que Bellatrix se perdía en sus pensamientos con un vaso de licor en la mano, escuchó un estruendo desde el otro lado de la mansión. Dejó su vaso en el escritorio y caminó con rapidez hasta la puerta de la habitación que ocupaba.

Salió de allí siguiendo el origen de los ruidos que sentía, llegando rápidamente hasta la cocina, encontrándose con una escena que, en toda su vida, jamás habría pensado ver. Separados por una gran encimera de mármol, Kreacher y Eleanor se miraban a la cara completamente sucios, cubiertos por harina y algo viscoso que Bellatrix no supo identificar. Cuando iba a preguntar qué era lo que estaba sucediendo, Eleanor tomó un plato de cerámica, que se encontraba cercano a ella y lo lanzó en dirección al elfo, el cual se agachó con premura y tomó en su paso una copa de cristal, aventándola hacia la Muggle, la cual esquivó el ataque rápidamente.

La bruja veía como la mujer y la criatura se seguían lanzando cosas por el aire, tratando de golpearse entre ellos, sin darse cuenta de que ella los estaba mirando estupefacta hacía rato. No podía entender en qué minuto había pasado de estar maquinando la manera en hacer que el asqueroso ser que en su momento fue su señor, pagase el mal que le había causado, a tener que ver una batalla a muerte protagonizada por su elfo y su Muggle. Cuando la mujer tomó un cuchillo y lo levantó por sobre sus hombros, tomando fuerza para lanzarlo, Bellatrix se hizo notar

—¡¿PERO QUÉ MIERDA LES PASA?! —gritó, viendo como los contendientes la miraban con terror, Eleanor bajó la mano con el cuchillo al instante, escondiéndolo detrás de su espalda con ambas manos

La cocina era una escena del crimen desastrosa. Las paredes estaban salpicadas con manchas de huevos estrellados, frutas reventadas, harina, agua, y chocolate estaban regados por todo el piso y lo que parecía como la mezcla para un biscocho cubría gran parte de las paredes y el techo. Los trozos de vidrios y loza estaban regados por el suelo y los cuchillos se encontraban sobre la encimera, muy cerca de los duelistas. Bellatrix no podía creer lo que estaba viendo y pidió una explicación sin verbalizar palabra alguna

—Yo solo quería sentirme útil y cocinarte algo especial —comenzó a explicar Eleanor con la cabeza gacha, cubierta de harina de pies a cabeza —, pero él —apuntó al elfo —no me quiere dejar y solo me dice cosas feas —acotó bajando el labio superior, escondiéndolo dentro del inferior

El día que cambió mi vidaWhere stories live. Discover now