Parte 9

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Aquella era la primera vez que Bellatrix expresaba ese tipo de sentimientos por alguien y a pesar de sentirse violentada al verbalizarlo, un alivio se apostó en su pecho. Generalmente a la única persona que abrazaba muy rara vez y que le decía, solo para su cumpleaños, que la quería, era a Narcissa, pero ahora que se lo había dicho a Eleanor, su corazón golpeaba contra su pecho desbocado.

Se abrazaron y besaron con parsimonia, disfrutando de la tranquilidad de estar a salvo en la mansión. Se tomaron de la mano y subieron hasta la habitación que compartían, cambiándose de vestimenta y metiéndose a la cama para luego dormir abrazadas.

Bellatrix en mitad de la noche se despertó, siendo consciente de que no podía conciliar el sueño luego de todo lo vivido, luego de sentir aquel temor tan grande de perder a su Muggle en una situación tan ridícula. Se sorprendió al repasar sus acciones, más que nada por los errores que había cometido al dejarse llevar por el miedo que sintió. Le costaba entender como era que esa mujer se había ganado su alma y la observó dormir abrazada a su cuerpo.

A su lado, aquella oscura y encantadora mujer dormía plácidamente, respirando de forma armoniosa y totalmente ajena a sus temores. Llevó su mano hasta la mejilla de la castaña y la acarició

—¿Qué me hiciste? —susurró, sintiendo la delicada piel bajo su mano

Meditó la situación por unos minutos más y tomó una decisión. Se levantó de la cama con lentitud, tomó una bata negra de seda, se la colocó y salió del cuarto, dándole un último vistazo a la mujer que seguía durmiendo con calma

-o-

Eleanor no había dormido tan profundo hacía días, por lo que le atribuyó su perdida de consciencia a los eventos que habían vivido la tarde anterior. Se levantó y supuso que Bellatrix estaría en su despacho, por lo que se puso su bata rosa pálido y se metió en el baño. Se aseó y salió de la habitación sin cambiarse de ropa antes. Bajó por las escaleras y caminó hasta el despacho de la bruja, entrando sin tocar. No la encontró allí, por lo que se fue hasta el comedor principal, pero para su infortunio, la mujer tampoco estaba allí. Se dirigió hasta la cocina, viendo al elfo moviéndose de un lado para otro mientras cocinaba con magia

—Oye... mono —le dijo a Kreacher que se detuvo al escucharla —, ¿sabes en dónde está Bellatrix?

El viejo elfo la miró con rabia y respiró profundamente antes de contestar —La señorita Bella está en los terrenos exteriores de la mansión, señorita —contestó apretando los dientes

Eleanor al escuchar la forma en que la estaba llamando, sonrió de forma ladina y levantó la barbilla, dándose la media vuelta y saliendo de aquel cuarto. Ciertamente ella no era una persona que le gustase incordiar a los demás, pero con ese elfo tenía una especie de fetiche; se le hacía tremendamente divertido el poder molestarlo y no dejaría de hacerlo, puesto que el boto de obediencia lo tenía él, no ella.

Se fue por la parte cercana al despacho de la bruja, llegando a una puerta doble que le daba el paso a la parte exterior trasera de la mansión. Dentro de la semana que estuvo conociendo más a la bruja de la que se había enamorado, salió algunas veces a recorrer esa parte del terreno, por curiosidad, y era algo que le fascinaba.

Una de las cosas que más le gustaba hacer, aparte de cocinar, eran las plantas, y esa mansión tenía muchísimas y de todo tipo. Jamás había visto una flor mágica y cuando Bellatrix la llevó hasta ellas, quedó maravillada. Nunca habría pensado que podían ser tan lindas y cuando vio la que se llamaba Acónito, se maravilló, pero más aún cuando casi toca una Alihotsy, y Bellatrix le retiró la mano explicándole que esa planta generaba mareos, nauseas y ganas de suicidarse si se tocaba sin el implemento adecuado. Desde ese minuto deseo el poder conocer todo lo referente a ellas, poder cuidarlas y plantarlas, pero no se hacía ilusiones con nada referente a la magia

El día que cambió mi vidaWhere stories live. Discover now