Parte 8

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El tema de los sentimientos era un terreno completamente complicado para Bellatrix, más aún cuando provenían desde ella y hacia ella. Cuando Eleanor le expresó que quería ir hasta su casa, sintió que un escalofrío la recorría de pies a cabeza, pero se dio el tiempo y meditó acerca de la situación. No quería que la Muggle se sintiese mal porque ella no la quisiese llevar, pero no le gustaba la idea en lo más mínimo.

A los dos días después de que la castaña le pidiese aquello, Bellatrix decidió aceptar llevarla hasta su antigua vivienda. Se tomaron de las manos y se aparecieron en un callejón cercano a la calle donde vivía Eleanor anteriormente. Caminaron por fuera de los aparadores de algunas tiendas que se hallaban en el camino y llegaron rápidamente hasta la puerta de la casa. Algunas personas que las vieron pasar comenzaron a susurrar cosas que claramente hacía alusión a ellas, pero no le dieron importancia

Eleanor sentía que su pecho se apretaba al ver el lugar que fue su hogar por tantos años, peor de lo que estaba anteriormente. Le dio una rápida mirada a Bellatrix y le dijo que la esperara, que no iba a demorar mucho

—Voy a ir a mirar por mientras —avisó la bruja. Tenía una tremenda curiosidad por ver lo que había en el piso superior, ya que cuando estuvo allí, no había subido nunca y siempre escuchaba golpes proviniendo desde esa parte de la casa. Salió por la puerta lateral de la tienda y subió las escaleras hacia el segundo piso, abriendo la puerta de aquella habitación lentamente. Lo primero que vio fue el suelo de madera bañado en sangre seca, una silla de cuero bastante extraña y el tocador que tenía un espejo. Se acercó hasta el mueble de madera y tomó en sus manos la navaja de plata que yacía encima. La miró con detenimiento y la abrió, sacando la filosa hoja hacia afuera

—Supongo que tú eras para ese hombre, lo que mi varita es para mí —analizó. No hacía falta el tener que saber toda la historia de Sweeney para entender que la predilección que tenía por esa herramienta era tanta como la que ella sentía por su varita, que era casi la extensión de su mano. Cerró la navaja y la guardó en el bolsillo interior que tenía su vestido. Siguió recorriendo los objetos que había, topándose con un marco que tenía una fotografía de una mujer y un bebé. Supuso de inmediato que eran la esposa y seguramente la hija del hombre calcinado —No era la gran cosa —dijo, pensando que gratamente su Muggle era mucho más bella que esa mujer que terminó con el cuello cortado en dos. Dejó el marco sobre el mueble y se acercó hasta la silla de cuero

—¿De dónde habrá venido tanto ruido? —se preguntó, llevándose la mano a la barbilla y apoyando su pie en un espacio de la silla. Al momento en que se apoyó en el mueble, el respaldo del asiento se fue hacia atrás, dejando ver una trampilla en el piso. Bellatrix al ver esto se asustó y pegó un brinco, mirando a su alrededor por si no había nadie mirándola. Odiaba que la viesen teniendo ese tipo de emociones y evitaba que le pasasen estando con más gente. Se acercó hasta la trampilla que daba hacia el sótano y observó los varios metros de caída que tendría la persona sentada en esa silla

—Este tipo sí que me habría agradado de conocerlo, en otros términos —sopesó la bruja. Ciertamente reconocía que la genialidad de tener una silla así en su casa para poder deshacerse de los cadáveres era gigante, pero no lo diría jamás. Siguió curioseando, miró dentro de un baúl que había cerca de una pared y al abrirlo vio sangre seca —Necesitabas más escondites que un baúl querido —le dijo a la nada. No había más cosas que poder apreciar dentro del espacio, y supuso que la puerta que quedaba por abrir debía haber sido la habitación del hombre, cosa que no le apetecía conocer. Bajó por las escaleras hasta la tienda de abajo y se puso a buscar a la castaña. Recorrió la cocina, pasó por la sala de estar y el cuarto de ella, abrió el baño y no la encontraba por ninguna parte

El día que cambió mi vidaWhere stories live. Discover now