𝐀𝐌𝐈𝐓𝐈𝐄́ °•ᴷᵒᵒᵏᴹᶤᶰ•°

➤ 𝐓𝐰𝐨 •

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~Te gusta lo que hago, y lo sabes~
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—¡Eres totalmente el colmo, Jeon! Ahora comprendo que fue un error de mi parte haber permitido que vivieras bajo el mismo techo que yo. —Irritado, JiMin tiró su saco sobre el mueble y la corbata en el suelo. Había sido un día más en donde JungKook le hizo la vida imposible, e indirectamente. Tal como él pensó, su jefe lo martitirizó con documentos, entre ellos, papeles en los cuales rellenar, certificaciones nuevas que entregar, registros que apuntar, actas que imprimir y demás. Sólo faltaba ordenarle que cuide el trasero de Jeon; puede sonar exagerado pero conocía muy bien a su jefe y sí sería capaz de ordenarle tal calamidad.

—Ay cálmate, rey del drama, no es para tanto —espetó el menor revisando los mensajes en su celular con el ceño fruncido sin prestarle mucha atención al rubio.

—¡¿Qué no es para tanto?! ¿Acaso crees que adjuntar archivos, imprimir documentos y entregar certificaciones es poca cosa? —obtuvo un “sí” como respuesta y con desesperación se sentó a un costado del espacioso mueble—. ¡¿Cómo que sí?! ¡Claro que no lo es! —sintió la mirada desabrida del menor sobre él y agachó la cabeza con pena, sabía que estaba exagerando... lo sabía muy bien—. Bueno, en realidad sí lo es —jugó con sus dedos mientras pensaba en qué decir. No quería terminar su regaño ahí... —. Pero ¿sabes qué?
Si no fuera porque yo-

—Tengo hambre —musitó Gguk sin despegar su vista de su celular. El alto brillo de su celular se reflejaba en su rostro, JiMin lo notó. Notó lo hermoso que se veía concentrado y distraído en el celular que le impedía prestarle atención—. Tengo hambre, quiero comer —repitió.

Park emitió un sonido nasal conteniendo la risa por lo patético que se veía Gguk pidiendo comer. Pero se sentía más patético él, por sonreír de tan absurda y »tonta« acción, según su pensar.

—¿Siquiera me estás escuchando, Jeon? —consultó el más bajo, serio; con sus brazos y cara apoyados en la almohada que cargaba sobre su regazo—. ¡Jeon!

—¡No, no te estoy escuchando! —exclamó sin reacción visible en su rostro, su mirada seguía perdida en la pantalla de aquel celular que no soltaba ni por un segundo—. ¿Eso querías oír?

—¡Eres un maldito diota! —Se levantó de golpe con la almohada acorralada entre sus brazos.

—Si tú no me dices, no me entero —endilgó burlón el menor echándose a reír.

—Retiro lo que dije. No eres un maldito idiota... ¡Eres un completo bruto arrogante! —Se cruzó de brazos posàndolos bajo su pecho.