Capítulo 10

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En la casa del marqués se armó un gran alboroto.

Ya había habido un gran alboroto cuando se supo que el heredero del Gran Duque, Sir La Carte, vendría de visita.

Pero la escena que se estaba desarrollando ahora era una que nadie había esperado.

La señorita de la casa estaba junto al hijo del Gran Duque mientras que el Marqués les mostraba el lugar mientras sudaba...

Las doncellas y los sirvientes estaban ocupados mirando y susurrando en las esquinas.

El marqués los miró con desprecio mientras recorría la mansión.

El marqués agitó la mano como si les dijera a los sirvientes que se largaran, e inmediatamente salieron corriendo.

Después de entrar en la sala y sentarse frente al hijo del Gran Duque, el Marqués comenzó a calcular furiosamente en su cabeza.

'No sé qué magia utilizó esa perra para atraer al hijo del Gran Duque, pero esta es una gran oportunidad para nuestra familia'.

No podía ser mejor que un matrimonio con el hijo del Gran Duque.

'Esa cosa inútil finalmente me está pagando. Y yo que pensaba que sería inútil para siempre'.

El marqués, ocultando enérgicamente sus pensamientos internos, envió una cálida mirada hacia Ariel.

- "Ariella, no sabes lo preocupado que estaba cuando desapareciste ayer. Ni siquiera pude dormir porque estaba tratando de encontrar a mi preciosa hija......."

Esa perra siempre se moría por ganarse mi amor.

Así que, si actúo bien ahora, ella se pondrá del lado de su padre.

Y como el hijo del Gran Duque era lo suficientemente joven como para ser su hijo, sería pan comido atraerlo para que hiciera lo que él quería.

- "Todo el mundo en la casa te estaba buscando. Jerome y yo pensábamos dejar de comer y beber hasta que te encontráramos".

Era una mentira descarada.

Pero Ariel no fue tan tonta como para refutarlo en ese momento.

Incluso le pareció que la situación era muy divertida desde que llegó a este punto.

- "No estarás culpando a tu padre por no haber podido encontrarte antes, ¿verdad?".

El marqués que siempre la deprimía y maltrataba se esforzaba ahora por igualar su estado de ánimo.

Antes de que Ariel pudiera responder, una carcajada vino de Luciano.

- "¿No es normal que primero le preguntes a tu hija por su lesión?".

El sudor se formó en la frente del marqués.

- "¡Así es! Ariel, ¿cómo está tu lesión? ¿Dónde estás herida?"

Actuaba con mucha amabilidad, pero Ariel mantenía una expresión sin emoción.

- "Estoy bien, padre".

Ariel respondió con un tono rígido, y Luciano se burló de él.

- "Oh, Dios. No debes haber recibido tanto amor de tu hija".

Maldita sea, esa perra no era así antes. ¡Por qué está haciendo una mirada tan desconocida......!

El marqués estaba a punto de inventar una excusa, pero Luciano chasqueó la lengua y cambió el ambiente.

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