Capítulo 43

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El tamaño de la finca del Gran duque era realmente grande, aún así Ariel siempre pensó que parecía haber muy poca gente trabajando, pero después de reunirlos a todos, parecía que había muchos.

Entre ellos había algunos sirvientes que Ariel no conocía.

'Tal vez sean trabajadores nocturnos o personas que trabajan fuera de la vista'.

Luciano, que los miraba con ojos helados, abrió la boca.

- Escuchen todos. Toda mi autoridad será de mi esposa mientras estoy fuera.

Aunque no dejó escapar la presión, su voz tenía una sensación de opresión.

Los criados no podían respirar y tenían que girar la cabeza hacia el suelo.

- Obedezcan todo lo que mi esposa les diga. Todos los que desobedezcan las palabras de la Princesa serán considerados como desobedientes ante mí.

'Todo el mundo ya está haciendo eso, Luciano'.

Ariel mira con lástima a los sirvientes que tiemblan de miedo. Ahora es más probable que la escuchen porque están asustados.

Luciano bajó la voz con una fuerte presión.

- Respondan.

Los sirvientes con estrecha disciplina militar gritaron en una sola voz.

- ¡Lo tendremos en cuenta, Su Excelencia!

No había nadie que pudiera desobedecer a su joven y cruel amo.

Luciano, que dirigió una mirada fría hacia todos, volvió los ojos hacia Ariel.

- Ahora, despídeme.

Ariel y Luciano salieron a la puerta principal.

Susurró mientras daba pasos para alcanzar los rápidos pasos de Luciano.

- Luciano, ¿y si les doy la orden equivocada y nadie me corrige?

Luciano dejó de caminar. Sus ojos azul oscuro miraron a Ariel.

- Ariela La Carte. No hay orden incorrecta antes de La Carte. Incluso si está mal, puedes matar a la gente que dice que está mal o rompes las normas del mundo.

- "....."

Era una gran sensación de superioridad. Pero lo que dijo Luciano también era plausible.

Antes de que Ariel se diera cuenta, los dos llegaron a la parte delantera del carruaje en el que iba a ir Luciano.

Los sirvientes, aún pálidos, que también vinieron, inclinaron la cabeza y se despidieron de su joven amo.

Asintiendo a ellos con indiferencia, el Príncipe se dio la vuelta para subir al carruaje, y pronto se dio la vuelta y se acercó a su esposa.

Luciano se acercó a Ariel con bastante imprudencia.

- Dámelo.

- ¿Qué?

- El que ha estado retorciéndose en ese pequeño bolsillo. Lo has traído para mí, ¿verdad?

Ariel abrió la boca.

- ¿Cómo lo has sabido?

Gruñó en voz baja.

- Esperé contra mi temperamento. ¿Tenías la intención de no darlo hasta el final?

- No, pero...

Ariel lloró y apretó la cosa en su bolsillo.

'No lo daré, no puedo'.

Ariel lo preparó después de escuchar a Diana, pero no pudo ofrecerlo porque era demasiado cutre para ser un regalado.

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