Capítulo 42

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Luciano acercó de nuevo la espada a su brazo y le dio un tajo muy superficial esta vez.

Ariel cerró los ojos para no verlo, pero cuando abrió los ojos y no vio ninguna herida, dejó de respirar.

Luciano torció sus labios rojos en una sonrisa.

- ¿Todavía te parezco humano?

Entonces Ariel le agarró del brazo.

Luciano tiró reflexivamente de su brazo hacia atrás, pero Ariel ya lo había agarrado con sus manos.

Ariel le palpó el brazo sin dudarlo, como para confirmar que la herida había desaparecido realmente.

- No está aquí.

La herida había desaparecido por completo.

Además, toda la sangre que salía de la herida de Luciano y que empapaba sus brazos había desaparecido también, como si hubiera vuelto al cuerpo, salvo algunas gotas que cayeron sobre la manta.

Ariel giró la cabeza cerca de Luciano y habló,

- Dame tu otro brazo.

Luciano extendió el otro brazo automáticamente, como si estuviera siendo controlado por algo.

Ariel, que confirmó que tampoco había ninguna herida en el otro brazo, abrazó al que se suponía que era el brazo herido.

Luciano llamó a Ariel, que seguía sujetando su brazo con todas sus fuerzas,

- Niña.

Luciano se sorprendió por el cálido líquido que tocó su piel desnuda.

Lágrimas como gotas de lluvia caían de los ojos de Ariel.

Ni siquiera se puede comparar con los sollozos de antes.

- Huk.....I-... Me alegro de que estés bien.

Las lágrimas de Ariel cayeron al final de cada palabra y empaparon sus brazos en lugar de sangre.

- Y si... no... Huk.

Luciano, que había permanecido congelado durante un rato, finalmente recobró el sentido y secó las lágrimas de Ariel con una mano.

- Tú...

'En serio, esta niña. Todo lo que hago para intentar asustarla no funciona'.

'¿Es porque es de corazón carmesí? ¿O es algo especial?'

Luciano esperó hasta que Ariel dejó de llorar.

Era muy raro que tuviera paciencia.

Poco después de que Ariel dejara de llorar por completo, tiró de la cuerda y llamó al mayordomo.

Allen se quedó en silencio en la entrada de la habitación. Luciano señaló con la cabeza la colcha.

- "Deshazte de esto. Ahora está sucio".

Allen se acercó a la cama y dobló hábilmente la manta, pero se puso rígido y frunció el ceño al ver la sangre.

El mayordomo mira alternativamente a la joven dama que llora y a la sangre en la manta.

Luciano, que lo vio, se acarició las cejas.

- Es mi sangre.

Allen respondió con una mirada visiblemente aliviada.

- Sí.

- Fuera.

- .... Sí.

Allen sacó el edredón, trajo uno nuevo y limpio, lo puso en el suelo y salió.

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