Cuatro

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-Tengo miedo...- murmure.

-Lo sé.- se arrodillo frente a mi acariciando mis mejillas.

-Me siento como en otro mundo, como si nada de esto fuera real.-

-Es real, si no lo fuera no sentirías la arena... la brisa en tu cara, no me estarías viendo.- comenta.

-Dile eso a mi mente.- suelto un suspiro, pasando la mano por mi pelo. -¿Que haces aquí?.-

-Caminaba por la playa.- está vez se sentó a mi lado. -Y te vi tirarte al piso, por tu expresión supe que algo más te sucedía.-

-Por lo menos que para ti no existía.- le recuerdo, abrí la botella de agua tomando de sorbos.

-No existes, pero en mi vocación debo ayudar a los demás sin importar quien sea.- recalca. -Ademas se que tus papás se volverían locos si te sucede algo.-

-Se vuelven locos por cualquier cosa.- le recuerdo, mi mirada se centró en la arena controlando mi respiración.

El lugar se hizo silencioso por varios minutos,  y ella seguía a mi lado sentada, mientras que la crisis disminuía pero a ratos quería volver. Me sorprendía que ella estuviera aquí acompañándome, ayudándome, se que no nos llevamos en lo absoluto y como varias veces me lo ha dicho, yo para ella no existo.

-Gracias.- la miro.

-Tómalo como una devuelta por el aventón del otro día.- comenta.

-Está bien, entonces volvemos a la normalidad.-

-Si, no existimos para la otra.-

-¿Te conozco?.- bromeó y ella negó.

A pesar de que quería tomar todo esto con humor no era así. Me costaba creer que yo para ella no era nadie, y solo un estorbo, e incluso me daba hasta un poco de miedo otras cosas que podían suceder. Por lo qué una hora más tarde volvía a mi casa comiendo y fingiendo que nada sucedía, la verdad era que por dentro sucedía todo.

Sabía que no podía seguir escondiéndome, continuar mintiendo a mis padres sobre lo que realmente era, pero tenía un pánico tremendo de cómo reaccionarían. A veces sentía que ni yo misma podía aceptarme completamente, cuando intenté que me gustaran los chicos, o cuando simplemente aumentaba las ilusiones de mamá hablando de alguno, pero no podía simplemente decir ciertas cosas.

Mi familia, mis hermanos, mis padres eran toda una presión, y aunque es algo "normal" ahora en la sociedad, existen muchas familias que solo lo toman como una enfermedad, una fase e incluso una confusión. Sabía que la mía no lo aceptaría y yo solo temía.

Era una de las grandes razones por la que mi mente nunca descansaba, y también el motivo de mis crisis de ansiedad, de pánico. Cada vez que estaba con una mujer sentía culpa, miedo, y me encargaba que nadie más la conociera y que yo no la volvería a ver, porque temía que ella llegara con el rumor a mi familia.

Pero debía hacerlo, sabía que debía decir que me gustaban las mujeres y por más que tratara no iba a cambiar.

-Tuve una crisis en la tarde.- le comente a mi mamá cuando se sentó en mi cama.

Su mirada cambio de inmediato a una de preocupación.

-Camila justo apareció así que me ayudo, pero pensé que me iba a desmayar.- solté un suspiro.

-Por lo menos...- ella tomo mi mano. -¿Como te sientes ahora?.-

-Mejor, pero a ratos mi corazón se acelera.-

-¿Sucedió algo más?.-

-No, debe ser el estrés de la carrera.- la miro. -¿Sinu no te dijo nada?.-

El amor está subestimado Where stories live. Discover now