• Capítulo 4 •

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En el camino a casa no podía dejar de sonreír, de vez en cuando pillaba a mi madre o a mi padre mirarme fijamente. Aunque la expresión de mi madre era muy opuesta a la de mi padre. Ya que; la expresión de mi madre era una mirada material y amorosa, y de vez en cuando pasaba una de sus manos por mi cabello perfectamente peinado, al contrario de mi padre, él me miraba con cierto sigilo, esa mirada tan calculadora, arrogante, prepotente y llena de egocéntrismo. Podía asumir que por su seño fruncido y su mano derecha con la que precionaba su cien derecho, estaba estresado y confundido por mi repentino cambio de humor...


Ni yo mismo podría saber el por qué de mi repentino cambio, pero lo que si sabía a ciencia cierta es que...


No quería seguir en el medio de estos dos...


La tensión entre ellos es más que notable, me sentía como un mal tercio entre ellos. No me malinterpreten no me hacían sentir así por ser un estorbo o algo así, pues no. Me sentía así Porqué podría percibir el problema y la discusión que tendrían mis padres al llegar a casa, temía por mi madre... Mi padre puede llegar a ser muy temperamental y conflictivo, puede hacer de mi madre una mujer tan desdichada y a la vez una mujer tan hermosa y feliz... Pero a decir verdad, mi padre sólo la miraba como un objeto mas de la casa, un juguete mas en su alcoba y una pieza mas en su tablero llamado mundo.


Pero ahora por el como le mira, y los bufidos que suelta de vez en cuando, más sus pupilas dilatadas y el movimiento constante de su pierna derecha... Me dicen que la pobre gacela de mi madre tendrá un castigo. Y eso me hacía sentir...

Lastima, tristeza, rabia e impotencia.


Rabia por no poder oponerme, por no defenderla como ella me defiende a mi, ella me a salvado de los castigos de mi padre por tantos años... Y yo no podría hacer nada para ayudarla, esto me hace sentir...



Miserable.



¿Soy un mal niño por no poder ayudarla?.



Y así es como fácilmente, mi mente atormentada por la culpa, la culpa de no poder hacer nada. De querer y no poder hacer nada para ayudarla, borraron la sonrisa que la pequeña Lisa logro poner en mi rostro. Bajo la mirada a mis manos y veo de reojo las manos inquietas de mi madre, está nerviosa, ella tiene miedo... Yo también lo tengo pero mi padre me dijo una vez que por más miedo o nervios que tuviese, nunca los mostrará para no mostrarme débil...


Para no ser el blanco perfecto del enemigo. Jamás se tiene que mostrar debilidad.


— Hijo, Zinov ven baja ya estamos en casa. Avisa mi madre con su típica sonrisa de labios cerrados, y esa mirada que te transmitía paz y seguridad.

Aunque ella no este tranquila trata de darme tranquilidad a mi, pero esto no funciona así madre... Se te a olvidado que soy un genio, en crecimiento. No puedes engañarme o persuadir me tan fácilmente. No a mi.


Asentí con la cabeza mientras me bajaba del vehículo. Con la mirada gacha y la respiración pesada, tengo que hacer algo para que mi padre no arremeta contra ella... De nuevo. Entramos a la casa y podía escuchar los pasos pesados y firmes de mi padre tras de mi madre y de mi, inconscientemente la tome de la mano, no quiero alejarme de ella tengo miedo. Sus manos son frías e inquietas me da ligeros apretones en mi la que la mano para que este tranquilo, pero no puedo estarlo no si ella no lo ésta.



— Jenny!!!. Grita mi padre tras nosotros y nos hace sobre saltar en nuestro sitio.

Debo de admitir que trato perderle la pisca de temor que me produce mi padre. Pero en mi defensa soy muy joven, y se supone que a medida que vaya creciendo iré perdiendo el miedo en él.



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