Capítulo 8

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Decidí que era el momento de irme de allí; al menos por un tiempo

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Decidí que era el momento de irme de allí; al menos por un tiempo.

Aproveché que Santin se fue a duchar al bebé para dormir y me apresuré a guardar en un maletín todo lo primero que veía en los cajones del pequeño Sarcks y los míos. Comencé a rezar pidiendo que Mark ya estuviera o en su habitación encerrado o que se hubiera tenido que salir de "Urgencia"

A lo lejos podía escuchar las risas del pequeño y las de Santin convertidas en una sola y sentía como se creaba ese enorme nudo en mi garganta.

Me hacía falta mi conciencia. Sarcks, él hubiera estado allí... o ayudándome a guardar o sacando del maletín todo lo que yo guardaba. Para cada una de las opciones tendría sus razones válidas, o al menos estaríamos buscando una solución más cuerda, pero no. No estaba.

Sarcks no estaba y no había forma de que pudiera volver.

Así que ahora yo no estaba cuerda.

Terminé de empacar todo, cerré el maletín y me apresuré a salir de la habitación cuando escuché a Santin diciéndole al pequeño que era hora de ir a dormir.

Me quité los zapatos y las coloqué a un lado de las escaleras antes de comenzar a bajarlas a gran velocidad.

Escondí el maletín detrás de la matera junto a la puerta y recibí que estuviera bien tapado antes de volver a subir.

—Yulian, ¿qué estás haciendo?

Su voz me sobresaltó por completo. Maldecí por lo bajo, y me giré para afrontarlo.

Pero no estaba.

—¿Mark? —pregunté mirando a mi alrededor.

—En mi habitación, pero sentí tus pasos sobre el frío suelo. ¿Qué andas haciendo?

—Ah, solo vine por un vaso de agua, tenía demasiada sed, a causa del calor.

—Yulian, está lloviendo y estamos a 8°, no creo que esté haciendo calor, a no ser que sea por otro calor... —se quedó en silencio y de inmediato se me subió el calor a las mejillas.

No, no, no. Definitivamente no.

—Oh no, no es eso —me llevé las uñas a la boca.

Caminé lentamente hasta la entrada del cuarto de Mark.

Él tenía sus ojos pegados en la entrada esperando que yo tuviera el valor de ir.

Asintió cuando me vio.

Aún seguía con su pantalón y sin camisa.

Estaba sentado junto a su escritorio repleto de papeles y con un lapicero en la mano.

—Pensé que estabas dormido.

Fue lo único que pude decir cuando vi cómo se llevó el lapicero a sus labios y lo mordió suavemente.

Liberada [Libro 2 Amarrada]Where stories live. Discover now