Capítulo 2

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Me la pase todo el trayecto de la casa al hospital gimiendo de dolor, rezando para que el bebé o la bebé estuvieran bien, y para que el comentario que había hecho acerca de la existencia de Mark no fuera cierto

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Me la pase todo el trayecto de la casa al hospital gimiendo de dolor, rezando para que el bebé o la bebé estuvieran bien, y para que el comentario que había hecho acerca de la existencia de Mark no fuera cierto.

Una parte de mí quería que estuviera vivo, porque quería que viera crecer a su bebé, y que estuviera a cada paso, pero otra no quería. Mi otra parte quería darle una oportunidad a Santin, porque se la merecía más que cualquiera, además... me hacía feliz.

El asiento trasero estaba completamente manchado por la sangre que yo había estado perdiendo. Sentía que me quedaba inconsciente, cuando Santin me tomó en sus brazos y vi que entramos al hospital.

—¡Una camilla urgente! —gritaba, desesperado.

Yo trataba de aferrarme a él, tomando su camisa entre mis manos, pero no sentía fuerza alguna. Mi cuerpo había perdido toda la fuerza que tenía hace una hora.

—¡Una camilla! ¡MALDITA SEA! —gruñía.

Sus ojos comenzaban a cristalizarle, y yo rezaba con más fuerza para que todo saliera bien. No quería irme, no podía irme.

Se me había olvidado por completo Roxan y su bebé.

«Ojalá estén bien y que sea una bebé hermosa, como ella.» Pensé.

Sentí como colocaban mi cuerpo lentamente sobre una fría camilla. Mis ojos ya estaban entrecerrados y veía borroso. Santin apretaba mi mano con fuerza, mientras a mi lado había dos enfermeras que hablaban suavemente y me era casi imposible poder entender lo que decían.

—¡34 semanas, solo tiene 34 semanas! —esa era la voz de Santin.

—Si el bebé sigue vivo, hay que sacarlo de una vez. Podría morir ella y el bebé.

—¡Salven a los dos!

Santin me soltó, y me di cuenta de que me habían entrado a un quirófano de urgencia. La situación era grave.

¡Dios...!

La luz de la lámpara que tenía sobre mí, me pegó tan fuerte en el rostro que tuve que cerrar los ojos de inmediato.

Ya no veía nada de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Solo podía escuchar lo que pasaba, pero nadie hablaba.

Escuchaba pasos de varias personas, me imagino que todos los enfermeros, los cirujanos, y todo el que vaya a estar presente en esta tragedia.

—¿Alguien sabe que fue lo que pasó? —preguntaba un hombre con voz ronca. Supuse que era el cirujano encargado de mi caso.

—Su esposo solo dijo que fue una caída. Que se rodó las escalas de su hogar, cuando bajaba para encontrarse con él.

—¿Solo una caída? Una caída de esas no generaría que su placenta se haya desprendido. Parece más bien que alguien la empujó.

Negué de inmediato con la cabeza.

Liberada [Libro 2 Amarrada]Where stories live. Discover now