Capítulo 7

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Tragué en seco con un asentimiento que pretendía esconder el vacío en mi pecho al escuchar sus palabras y, sin saber qué decir, avancé bajo la cinta mientras un par de hombres, entre sus treintas, nos abordaban de inmediato. 

— Oficial Wayne—dijo el primero, una especie de aprendiz que parecía estar a su cargo — el equipo de criminalística que ordenó acaba de llegar al sitio y están interrogando al sospechoso—Nicholas asintió en agradecimiento— En cuanto a la victima, tan pronto como le encontramos le llamamos, posee un único disparo en la cabeza, pero evidencia señales de lucha. Sus muñecas tienen marcas y parece que estuvo atado sus últimos minutos de vida. El forense le vio y determinó que esa no es la escena primaria, pero no hay nada que nos diga dónde fue asesinado. Está desnudo y su cuerpo parece haber sido limpiado de la cabeza a los pies con algún producto con aroma a lirios. 

Fruncí el ceño ante lo que escuchaba, grabando cada una de las ultimas palabras del sujeto a medida que las pronunciaba.

Desnudo, limpio y con aroma a Lirios.

La precisión de aquella descripción me llevaba de inmediato a la agencia que comandaba el juego. Si bien solían variar en sus métodos de limpieza tras una misión y hacerlo lucir como un accidente, un suicidio o una simple desaparición; siempre que se trataba de un agente que había fallado o perecido en la misma, el protocolo era idéntico: 

Lo desnudaban como símbolo de vulnerabilidad ante los otros, como advertencia y señal de que nuestra vida y nuestros secretos siempre estaban en sus manos. 

Lo limpiaban, eliminando cualquier cargo sobre la agencia o sus agentes, volviéndolo un fantasma, eliminando sus huellas, modificando su retina, sus molares y básicamente cualquier cosa que pudiese relacionarlo con alguna de las misiones. 

Y, finalmente, lo perfumaban. Siempre escogiendo una flor y un significado, un pequeño emblema de lo que fue su vida mientras duró.

Por su parte, los lirios eran ambivalentes. Un grupo podía comunicar una buena noticia, uno solo anunciar una nueva muerte.

Probablemente, la de alguno de nosotros. 

— ¿Entendió?— la voz de Wayne resonó en mi cabeza, haciéndome notar que había estado hablando todo ese tiempo.

El otro sujeto asintió y justo cuando estuvo a punto de retirarse, una voz, una más gruesa, más imponente y evidentemente mayor retumbó en los alrededores, provocando que girara de golpe para encontrarme con la imagen de un sujeto de quizá cuarenta o cuarenta y cinco años, de apariencia impenetrable.

— Oficial— interrumpió el otro, caminando en nuestra dirección— ¿Puedo saber por qué solicitó un equipo adicional en una nueva dirección? 

— Ha habido un tiroteo, señor— replicó Wayne con solemnidad— Han abierto fuego contra una estudiante y un profesor en medio de la bahía oeste y...

— ¿Y la chica? ¿Fue ella la perpetradora o acaso la ha traído a dar un paseo por la escena del crimen?

Vaya, que actitud. 

— La he traído para interrogarla, señor, además está herida.

El sujeto frunció el ceño, quizá sospechando de la misma forma en que yo lo había hecho tras las acciones de Nicholas. Por lo que veía, no era un novato y priorizar sus venganzas personales sobre una escena no tenía explicación lógica.

O bueno, al menos eso creí hasta que frunció el ceño, detallándome de arriba a abajo. 

— ¿La conozco?— cuestionó de repente y sin darme tiempo para contestar, continuó— ¿Acaso usted no es...? no, nada de eso, sus ojos son verdes, mientras que los de ella eran marrones— hizo un nuevo silencio y su rostro se distorsionó en confusión— aunque debo admitir que su parecido es extraordinario. Diablos, Wayne, si las circunstancias no fueran tan determinantes, podría haberlas confundido— volteó de nuevo hacia el más joven, esa vez hablándole con un poco más de confianza — entiendo por qué la trajo, pero que las similitudes no distorsionen su juicio.

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