Epílogo.

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A tu lado eternamente.
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El sol resplandecía en su máximo esplendor iluminando todo a su paso, los pájaros cantaban alegres, los animales corrían alegres, el viento hacía que los árboles se moviera ligeramente.

—¡Mamá! ¡Mira lo que he encontrado!— un pequeño niño cobrizo con ojos azules corría hacia su madre mostrando una rosa blanca en sus pequeñas manos.

La azabache miraba con una sonrisa como su hijo corría hacia ella.

—¿Qué es?— preguntó sentando al niño en su regazo.

—Es una rosa blanca para tí mami — musitó entregándola.

—Que bonita gracias.

El pequeño niño solo sonrió para después abrazar a su madre sintiendo lo fría que estaba su piel, estaba acostumbrado, desde que su madre lo cargó sintió por primera vez su fría piel.

El niño miró con una sonrisa los ojos dorados de su madre, para después darle un beso en la mejilla a la azabache.

—¿No hay abrazos para mí?— preguntó el cobrizo llegando junto a su esposa e hijo.

—¡Papá! Mira lo que he encontrado para mamá— exclamó el niño lanzándose a los brazos de su padre.

—Una rosa que bonita, igual que mamá, ¿Verdad?— musitó hacia su hijo el cual era idéntico a él.

El niño era una copia exacta de Evangeline y Edward, tenía el cabello cobrizo de su padre y los ojos azules de su madre, era una combinación de sus padres perfecta.

—Si, pero mamá es más bonita— murmuró para bajar de los brazos de su padre y correr nuevamente hacia las pequeñas mariposas que habían a su alrededor.

—¡No te vayas a caer Anthony!— gritó la azabache viendo como su hijo saltaba.

—¡No mamá!

Edward se sentó en el pasto con su esposa a lado, besó los labios de la mujer para después observar a su hijo. Habían salido de paseo ya que el pequeño Anthony quería salir al bosque a pasear un rato.

—Te amo— susurró el cobrizo a si esposa.

La azabache sonrió para después mirar a su esposo el cual sonreía mientras la veía intensamente, Evangeline Rosewood lo enamoraba cada día más, ¿Era posible estar enamorado cada día más?

Pues él se enamoraba a cada segundo a cada minuto, mucho más de Evangeline.

—Y yo a tí,— murmuró para después besar sus labios.

El cobrizo le siguió el beso mientras la tomaba de la cintura y la recostaba delicadamente en el pasto alrededor de las flores silvestres, la besaba mientras le decía lo mucho que la amaba, bajo hacia su cuello besando cada parte de este, Evangeline soltó un pequeño gemido cuando Edward apretó sus caderas. Lo besó una última vez para después escapar de él con una sonrisa triunfante e irse con el pequeño Anthony haciendo que Edward frunciera el ceño.

—¡Anthony cariño es hora de irnos!— grito hacia su hijo.

Edward recogía la canasta de juguetes de su hijo para después acercarse a su esposa y abrazarla por la cintura.

—¡Ya voy mamá!— gritó para después acercarse a su madre y tomar la mano de está.

Era el cuadro perfecto de una familia feliz.

[°°°]

Evangeline y Edward terminaban de arropar a su hijo ya que esté se había quedado dormido en el camino a casa, una vez que terminaron la pareja de casados se dirigió hacia la sala.

El cobrizo se sentó en el banco que estaba enfrente del piano para después mirar a su esposa indicándole que se sentará a su lado.

Edward empezó a tocar en el piano la melodía que había compuesto especialmente para su Evangeline, cada nota la tocaba con sentimiento, recordando todo lo que tuvieron que pasar para estar juntos finalmente.

Recordaron la primera vez que se vieron. Aquel extraño collar lo había llevado a una época dónde habían personas con vestimentas extravagantes que no se veían bien, pero solo a una chica le quedaba perfecto ese tipo de vestido. Amo a Evangeline Rosewood desde la primera vez que la vió.

Su primer beso, como había disfrutado cada parte de ella.

Cuando se separaron, aquel trágico día en el que la perdió, el día en el que ella volvió a él.

Cuando se casaron, su luna de miel, cuando Evangeline estuvo embarazada, la angustia que pasaron, el nacimiento de Anthony, el miedo que pasó de nuevo porque no quería perderla. Cuando ella despertó pero está vez convertida en vampiro.

Los día y noches que jugaban con su hijo.

Cada momento que habían pasado lo recordaban juntos, había valido la pena el sufrimiento que pasaron porque al final pudieron estar juntos.

El tiempo no los pudo vencer, ellos vencieron al tiempo y a la muerte.

—Te amo— susurró la azabache.

Edward sonrió para después besar con tanta adoración a su esposa, este no era el final, aún tenían que pasar una larga vida juntos.

Estare a tu lado eternamente amor mío.

—Estare a tu lado eternamente amor mío

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😭😭😭

Tiempo. [Edward Cullen] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora