III. Capítulo 20 (FINAL)

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Refugio en la Ciudad del Calafate.

Con la decisión de Rubén, Melisa se hizo presente en la oficina que perteneció a su abuelo. Estaba vacía y eso le provocó una sensación extraña. Observó la silla que alguien debía ocupar con miedo ya que Rubén no quería ocuparla más. Salió al balcón que daba al patio interno, con vista al parque con los árboles y flores saliendo en primavera.

- ¿No vas a tomar asiento?- preguntó Diego desde adentro- Es tuyo ese lugar, te lo ganaste Meli. No vi a nadie estar tan pendiente de cada persona en este lugar en los últimos meses sin tu abuelo, como vos.

- Diego, no voy a fingir- reconoció- Vos, ellos, todos saben cómo sacaría provecho de este lugar dadas las circunstancias. Y es por eso que quiero ser clara, no quisiera empezar con promesas vacías. Ser directa es lo mío... ¿Cómo funciona este aparato?

Melisa se acercó al escritorio para sacar la radio que transmitía al refugio entero su comunicación. De tomar el mando, sólo le interesaba hacerlo con respaldo suficiente, dado que en su primer día con tanto poder, exprimiría de él hasta la última gota.

- Buenas, les habla Melisa. Escuchan y comprenden bien, en este momento estoy junto al asiento de quien deseen ocupe el lugar de líder- hizo una pausa observando la mirada llena de esperanzas de su amigo- Fue Rubén mismo quien tras tomar una decisión equivocada, me cedió su cargo. Pero gente, ¿qué les voy a mentir? ¡No pienso quedarme acá de brazos cruzados!

Absolutamente todas las personas en el refugio se quedaron desconcertadas frente a tal tono en la voz de quien conocían, pero desconocían en aquel estado. Exaltación, bronca, furia, eso se sentía en ella a pesar del leve filtro que se impuso con tal de ser clara al hablar, debía mantenerse en eje lo suficiente para que su mensaje sonara tan alocado como lo era.

- Ustedes saben que la verdadera escoria de nuestro país fueron siempre sus políticos con promesas vacías, todas respaldadas por dinero sucio para mantenerse en el poder. Es contra esa escoria, que planeo dar un golpe esta misma noche para recuperar a los nuestros que hoy se encuentran en las manos de Sergio. Gastón, quien ustedes saben lo dio todo por hallar una cura, ahora me necesita. Nos necesita... así que, si en esta misión de rescate cuento con ustedes, los espero en la artillería para que nos armemos, organicemos y le demos con todo a este sorete con patas, para que de una vez y por todas, la escoria llegue a su fin.

Desde la puerta, Rubén llegó con tanto orgullo que sus ojos se llenaron de lágrimas y fue ella quien se acercó a él.

- Somos familia. ¿Te mandaste una cagada?Hoy es tu turno y el mío puede ser mañana, quien sabe. Las veces que necesites golpearte contra la pared, me vas a tener ahí para levantarte.

- Los vamos a traer de vuelta a casa, no te voy a volver a fallar- Rubén se mantuvo firme y ella lo abrazó- Puedo pedirte perdón por no haber escuchado, pero en lugar de hacerlo, prefiero remediar mi error. Igual, perdón.

Melisa enfocada volvió al escritorio para tomar asiento y comenzar a planificar de qué manera idearían el golpe. Para ello, Rubén dispuso sobre la mesa su tablet, en donde tenía un registro de la cantidad de armamento que disponían. Teniendo más experiencia en el asunto, y en un intento por devolverle su confianza, ella le volteó la tablet en su dirección nuevamente.

- Confío en vos Rubén, sos el más capacitado. Necesito que...- hizo silencio ante el barullo que comenzó a escucharse afuera- ¿Y ese ruido?

Hubo desconcierto en su rostro, hasta que al salir al balcón se encontró con un escenario jamás imaginado. Pensó que a pesar de su conmovedor discurso, serían pocos quienes se animarían a correr el riesgo de salir después de tantos años de confort. Pero al asomarse, se encontró con adultos de todas las edades, desde jóvenes hasta algunos ancianos, sacudiendo sus brazos con ánimo. Ya comenzaban a organizarse para ir al ataque en busca de su gente perdida allí fuera.

PerspicazWhere stories live. Discover now