II. Capítulo 4

39 14 1
                                    

Refugio Buenos Aires Unida

Durante el viaje de regreso, nadie emitió una palabra. Fueron en una misión de rescate, pero terminaron en una matanza de gente afectada.

Camila se esmeraba en el fondo de la camioneta intentando mantener calmado a Luciano, temiendo que ese dolor que sentía por haber fallado, se trasladara a quienes tenía a su alrededor. Rubén, permanecía ocupado ayudando a los heridos para de ese modo no tener chance de dejarle lugar al dolor. Melisa, por su parte, esperaba en silencio los merecidos reclamos, pero en su intento por ser respetuosa con los heridos, olvidó que ella también necesitaba ser atendida.

- ¿Sentís que es muy profunda?- Diego se puso a revisar su pierna pero ella lo ignoró- Está bien, no me digas nada, yo te la curo igual. Sabés que siempre voy a estar acá, incluso cuando creas estar sola.

- No te metas en donde no te llamaron, donde no te necesitan- contestó seca señalando a Luciano- Entendí tu doble mensaje en la pregunta, y la realidad es que este no es el momento de pensarlo. Ya sabés quién necesita apoyo emocional, y que esa no soy yo. Tenés que prevenir la inminente crisis, Camila no puede sola. Cree que sí, pero con él, no.

- Claro, porque vos sos una planta sin sentimientos, acá sólo importa mantener controlado al peligroso y temperamental Luciano...

Diego le dejó un botiquín y obedeció yendo con Luciano. Un abrazó suyo y de Camila fueron suficiente para calmarlo. Daniela fingía dormir junto a su prima por no saber cómo afrontar esa situación. No tenía la menor idea de cómo podría ayudarla. Pero luego la vio sacar un hilo y aguja para coser su herida, y vio que esa sería una buena oportunidad.

- Prima, ¿necesitás ayuda?- consultó frenando su mano- Estuve practicando, y sé que te lo voy a dejar mejor que si lo hacés vos.

Melisa sin decir que sí, estiró su pierna dolorida hacia ella dándole a entender su aprobación. Daniela comenzó a coser en silencio, y fue al observarla fijamente que su concentración llamó tanto la atención de su prima. Melisa notó que desde que se le acercó, por algún motivo no se dio ni siquiera la chance de pestañear.

- ¿Algún día te vas a decidir?- soltó confundida- Digo, claramente no hablo con nuestra relación actual, que poco tiene de constante... hablo de antes, de siempre.

- No entiendo tu pregunta...- Daniela siguió sin mirarla- Estoy concentrada y sé lo que hago, porque practiqué mucho por si un día lo llegaba a necesitar...

- ¿Tanto miedo me tenés? Podés pestañear, podés equivocarte- interrumpió insistente- Pero algo te digo Daniela, y quiero lo que entiendas bien. No te vas a ganar mi confianza por coserme una herida, lo mínimo que podés hacer es largar toda la información que tengas.

- Bueno, tampoco me hables así... Entiendo que hayas perdido a tus amigos y familia, debés sentirte re sola Meli, pero todavía me tenés a mí...

- ¡Daniela!- Melisa sintió el último punto y se alejó cansada- ¿Por qué insistís? No vas a poder formar a la fuerza una relación que no se dio en años. No te debo nada, ni vos a mí. ¿Qué querés de mí? No me vengas con el cuentito de la familia feliz, porque cuando lo pudimos tener, sólo sembraste caos. A mí, venime sólo con lo que te pido, con la cruda verdad. No seamos idiotas como nuestros papás, vayamos de frente, sin verdades disfrazadas que no llegaron a ser reveladas a tiempo...

Melisa se tomó un momento para respirar profundamente y relajarse. No por Daniela, sino por ella misma. Sabía que la herida en su pierna había sido más profunda de lo que se veía, y por ende decidió calmarse para evitar que se subiera la presión y volviera a sangrar. Pero todo ese tiempo que ella se tomó para sí, su prima lo entendió de otro modo.

PerspicazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora