I. Capítulo 16

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"La misión ha concluido. En media hora se abrirá el comedor para el almuerzo. Gracias y muy buen trabajo".

Había concluido, eso es lo que se repitió Melisa en su cabeza una y otra vez mientras intentaba desvestirse, dolorida. Recién al sacarse la ropa pudo ver la gravedad de sus heridas. Los dientes del perro habían atravesado tanto la tela de la campera como de la manga de la remera, llegando finalmente a su piel.

Al meterse en la ducha y ver escurrir la sangre suya mezclada con la del perro, sintió tal asco que tuvo que cerrar sus ojos. - ¿Tan mal puedo estar? ¿Podría haber reaccionado de otra forma? ¿Qué no tuve en cuenta? - pensó masajeando su cabello con el agua, aún sentía dolor en su cabeza. Su asco no era por sentir la sangre del perro, sino por verla y recordar que fue su culpa la que lo llevó a terminar así.

Luego de limpiarse, antes de salir de la ducha, dio varias respiraciones profundas en un intento por volver a su eje. El perro estaba bien y fue responsable de abrirle sus ojos. Así fue como llegó a una resolución, una que tomó de advertencia para sí misma. En ese lugar, no podía ser vulnerable. Por culpa de su sensibilidad, su reacción en situaciones límite se veía afectada: un hombre terminó muerto por ello y el perro herido demostró un patrón.

Después de estar un rato aún en la ducha, abrió la cortina y se llevó un buen susto al ver que Luciano estaba adentro del baño. Inmediatamente se tapó con la toalla, pero no por pudor, sino para tapar sus heridas y no preocuparlo.

- Perdón, no era nada nuevo- se mantuvo de espaldas- No entiendo qué pasó, tampoco qué pasa por tu cabeza. No te reconozco Mel, menos después de lo del perro que parecía normal...

- ¿Hasta vos vas a cuestionarme? Eso sí me supera- lo miró decepcionada de reojo- Sí, parecía normal, ¡después que le saqué un aparato que tenía agarrado en la pata! Jamás pensé en lastimarlo, pero en mi desesperación por hacer algo, se lo saqué tan fuerte que terminó así.

Luciano notó su angustia al hablar y sin dudarlo le dio un cálido abrazo. Fue en ese momento de descuido de Melisa, que él notó la sangre que había manchado su toalla.

- Fue en defensa propia, ahora entiendo- intentó calmarla mientras sacaba papel higiénico para ejercerle presión en una de las heridas más profundas- Vos, yo, tu mamá, Dios, ¡el mundo sabe que nunca harías daño porque sí! Nunca dudaría de vos, sólo quiero que sepas que acá estoy. ¿Qué hacemos con esto?

- No me atacó el perro ni me defendí de él, la verdadera culpable es la persona que le metió eso en su cuerpo. Le estaba consumiendo la vida, sólo había dolor en su mirada.

Entre la angustia, bronca y confusión, Melisa tuvo que sentarse en el inodoro para calmarse. No podía mantenerse de pie por la furia. No sólo dirigida a Vanesa, su bronca iba a sí misma.

- ¿Por qué accedí así nomás? Qué imbécil fui al creer que afuera estaríamos mejor, evidentemente Flor tuvo razón con eso de que algo raro pasa conmigo y Gastón, pero sigo sin entender qué...

- No sos una imbécil Melisa. Vamos a arreglar esto y ayudar a Flor, tranquila. Estamos en esta juntos, siempre- la ayudó a ponerse de pie y acarició su mejilla al verla sonreír- Todo va a estar bien mientras nos tengamos el uno al otro.

- Siempre.

Ella lo abrazó y al alejarse, Luciano cariñosamente la besó en el cuello. Luego subió hasta su mejilla repitiendo lo mismo, y finalmente dio un beso en su boca, pero fue ahí que Melisa reaccionó y se alejó. Límites, pero también necesitaba cambiar el papel en su herida.

- Ya tomé malas decisiones por no hacerle caso a mis dudas, pero sé que, si seguimos con esto, vas a salir lastimado, cosa que jamás me perdonaría. Lo último que me falta es perderte como amigo, me rehúso a correr ese riesgo.

PerspicazWhere stories live. Discover now