Capítulo 7

965 54 18
                                    

En algún momento de la noche me quedé dormida, me han despertado unos encantadores y maravillosos gritos, que se note el sarcasmo, provenientes de la sala.

Harta de estar en la cama decido que ya va siendo hora de levantarse y mover el culo, camino hasta una pequeña cómoda con espejo para mirarme en él, al dormir maquillada he amanecido con ojos de panda.

*No pasemos por alto el chichón*

Cierto...

Siento que la cabeza me va a explotar de un momento para otro, la boca la tengo muy seca como si ayer comiese sal a puñados y el cuerpo entumecido.

¡Viva la resaca!

Como Hades no tenga paracetamol, me pego un tiro. Salgo de la habitación gimoteando, quiero ir al baño para darme una ducha rápida y espabilarme, pero me da cosa hacerlo sin decírselo antes.

Sigo los gritos hasta la sala donde pasé gran parte de la noche anterior y me encuentro una escena un tanto graciosa, un chico pelirrojo se encuentra tumbado boca abajo en el sofá pasando olímpicamente de los gritos de Hades, este se encuentra dando vueltas de un lado para otro muy cabreado, cuando digo muy, es muy cabreado, tanto que se le nota la vena del cuello.

Ninguno de los dos nota mi presencia, por lo que yo sigo a lo mío, voy a la nevera y saco una botella de agua.

*Te da cosa ducharte sin que lo sepan, pero abres la nevera como si fuera tu casa*

No es lo mismo

—Relájate un poco— Habla el chico del sofá— Solo ha sido un golpecito.

—¿¡Un golpecito!?— Exclama Hades alucinando— ¡Si te has llevado media carrocería!

—Mira que eres exagerado— Suspira— Tiene un par de arañazos, nada que no pueda arreglar una mano de pintura.

—¿¡Pero para qué coges mi maldito coche sin mi permiso y encima borracho!?— Hades se lleva una mano a la frente.

—¿Qué más da? Centrémonos en lo importante— Se incorpora quedando sentado en el sofá— Creo que me he enamorado— Suelta sin más.

Eso es una confesión bastante fuerte y sin poder evitarlo me eché a reír, no me lo esperaba.

—¿Y tú quien eres?—Pregunta curioso, mientras pasa su mirada de Hades a mí y viceversa.

—¿¡Qué que más da!?— Vuelve a explotar mi querido amigo— Sabes perfectamente cuanto dinero, paciencia y dedicación he gastado en ese coche.

—Soy Dalia encantada— Sonrío amigablemente, el chico me devuelve la sonrisa.

—Yo Sean— Se levanta del sofá para acercarse a mí y darme dos besos, que majo— Encantando.

Hades no nos quita los ojos de encima.

—¿Has pasado la noche con Don amargado?— Asiento.

—Sean...— Le regaña, pero este le ignora como lleva haciendo prácticamente todo el tiempo.

—Sí, sin sexo— Aclaro para que no haya malentendidos.

El peligro que conllevas Where stories live. Discover now