·IX·

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- ¿Y quién es? - Preguntó el hombre alto, soprendentemente más alto que su hijo, que de por sí ya es un poste.

- ¿Quién es quién? - Frunció el ceño el menor, confundido con la sonrisa burlona de su progenitor.

- Oh vamos, no me trates de boludo, recuerda que puedo leer tu mente, pequeño. - Señaló entre risas el pelirojo, sorbiendo de su té de frutos rojos.

- Bien, bien. Se llama Taehyung.

- Mh, bonito nombre para el esposo del futuro gran príncipe. - Burló el mayor, ahogandose con su propia bebida caliente cuando su hijo escupió por toda la mesa su leche de banana.

- ¡Papá! - Puchereó cual niño pequeño.

- ¿Qué? Sólo digo la verdad, no me mires así, sabes cuanto lo odio. - Regañó infantilmente a su hijo. - Pero vamos, cuentame de él.

Al azabache no le quedo más que suspirar.

- Es uno de los amigos del novio de Jin Hyung, Na-

- Ugh, ¿el canino estúpido? Ni lo nombres. - Escupió con asco el hombre.

- Exactamente. Se supone que siempre los acompañaba a los eventos pero no estaba en mi mismo instituto. Este año, al parecer, lo transfirieron finalmente. - Tomó un sorbo de lo que quedaba de su botellita amarillo pastel. - Es extrovertido, bonito, divertido, rubio-

- Es el indicado.

El menor estalló en carcajadas.

- ¡Papá! ¡No porque sea rubio va a ser el indicado! - Exclamó el pelinegro con gracia, ya sabía hacia donde iba el rumbo de esta ridícula discusión.

- ¡Dicelo a tu Mamá! - Gritó ya harto de que siempre se burlen de su justificación. ¿Nadie podía entender cuánto amaba a su Mina?

- Estoy seguro que mi Madre piensa lo mismo que yo, eres un exagerado. - Asegura, orgullosamente.

- ¡Jum! - Se ofendió el pelirojo, frunciendo el ceño al igual que su nariz con un ligero puchero de acompañamiento, cruzandose de brazos, viendose demasiado tierno para ser una autoridad tan demandante y horrorífica.

- Vamos, Amor, ¿No que eras rudo? - Cuestionó una tercera voz, viniendo desde el ventanal de el jardín de la casa, una silueta opaca por la contraluz del brillante Sol reflejado en los pequeños diamantes en su vestido color hueso, abrazandola, resaltando sus curvas.

- ¡Bebé! - Saltó el hombre más temido por todos y todo, yendo a alzar a su mujer en un abrazo de oso, tal y como siempre lo hacía reaccionar cada que la obserbava.

Las risas de la femenina se vieron interumpidas por la falta de otro pard e brazos, separandose de su tierno marido, llevó su mirada hacia unos ojitos de bambi que la estaban viendo desde su silla, con el pelo un cuanto despeinado. Besó con un piquito los labios de su amado y apoyó sus mando en esos hombros grandes y anchos, separandolo de ella. Se encaminó hacia la mesa. Ese cuerpo bien formado y de un joven hombre que ya se estaba levantando y sincronizando correctamente sus pies para ir hasta donde su progenitora.

- Mami...

- Diminutito, bebé, bonito, hola. - Habló la rubia enternecida, levantando su mentón para descansar su cabeza en el pelo de su hijo, abrazandolo y dejando que este apoye su cara en su pecho y cuello.

·•·

Abrió la pequeña puertita de rejas entre los dos gruesos bordes de piedras refinadas con su mano, ambos no le llegaban ni al principio de sus muslos.

Se encaminó hacia dentro de la estructura, buscó las llaves de los portones que abrían paso al interior, mientras subía la mini-rampa que daba lugar a los mencionados.

Sujetando las llaves firmemente para poder destrabar la cerradura y empujar las puertas ordinariamente.

Estando éstas lo más abiertas posible, Jungkook las trabó con unos sujetadores clavados en las paredes, las cuales limitában el movimiento y ángulo de las maderas.

Ni bien el azabache entró, tomó del perchero que había en una esquina el delntal gris oscuro que había, ajustando un nudo correctamente para su figura.

Luego se adentró, para empezar a cargar montones y montones de diferentes baldes de plastico suave y de color ceniza. Sin embargo, el color no importaba cuando en verdad lo importante eran quienes los decoraban y le daban función, aquellos preciosos y atorcipelados amarantos, luego hicieron acto de presencia los narcisos naranjas ubicandolos de manera aleatoria en el suelo de la base plana a la izquierda de los escalones anchos y grumosos de la bella entrada de secenery, la jardinería y café de Jungkook.

Tenía mucho tiempo, suficiente para poder poner las hortensias y anemonas de color vino, las lisianthus de color rosado tierno y, por último, hasta el momento, los guisantes de olor púrpuras.

Y antes de que sean las ocho de la mañana, la hora donde la multitud de gente que trabaja en oficinas y simplemente quiere creer que va a ser un día sin tanto papeleo con tan sólo tener una vista bonita sobre sus ojeras cargadas de oscuridad y carentes de esperanza sobre sus proximas y lejanas horas de sueño, abunada sobre las calles.

No a su máximo esplendor en una zona no tan poblada y un tanto alejada del centro, como en la que se encuentra uno de los pequeños espacios seguros del azabache, pero si lo suficiente para que Jungkook pueda mantenerse legalmente, abarcando todos los espacios y seres o entes.

Ya había terminado con las flores, tanto en el interior como en exterior.

Ahora estaba terminando de acomodar todos los recipientes, cubiertos, platos, utensilios, maquinas e ingredientes en sus respectivos lugares.

Arregló los croissant en su respectiva base, colocando la campana trasparente, no sin antes tamizar un poco de azucar impalpable sobre el contenido. Haciendo lo mismo con los macarons y bombones, tambien dejando de lado algunos en la nevera, para así cuando le encarguen un pedido puedan estar en el mejor estado para la impresión del cliente.

Acomodó los brownies de chocolate vainilla, frutos rojos, plátano y aleatoriamente en un gran fuente creando una bella vista para cualquiera que entrara, incluso si raramente no le gustan los brownies.

Y no podía faltar una pila simétrica de pedazos de una chocotorta recien cortada y calentita.

Jungkook suspiró, listo para trabajar de su pasión.

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⏰ Última atualização: May 23, 2021 ⏰

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