6. Los tropezones de un caracol viajero

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Hay dulzura infantil
en la mañana quieta.
Los árboles extienden
Sus brazos a la tierra.

Un vaho tembloroso
cubre las cementeras,
y las arañas tienden
sus caminos de seda.
En la alameda
un manantial recita
su canto entre las hierbas.
El caracol, pacífico,
burgués de la vereda,
ignorado y humilde,
el viejo y refrescante paisaje contempla.
La divina quietud
de la naturaleza lenta
le dio valor, mucho valor y fe,
para olvidar las penas
de su hogar, deseó
ver el fin de la senda.

Echó a andar
en un bosque de yedras
y de tortugas. En medio
había dos ranas viejas
que tomaban el sol
aburridas, asquerosas y enfermas.
Esos cantos modernos
murmuraba una de ellas
los crua-cría, son inútiles. Todos,
amiga, le contesta
la otra verde rana, que estaba herida y casi ciega:
cuando joven creía
que si al fin Dios escuchara
nuestro crua, tendría compasión. Y mi ciencia,
pues ya he vivido mucho,
hace que no lo crea,
me disculpas pero yo, ya no canto más...

Ante el bosque sombrío,
el caracol se aterra.
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.
-¿Es una mariposa?
(dice la casi ciega).
-Tiene dos cuernitos,
la otra rana contesta.

Las ranas,
muy pensativas, se alejan,
y el caracol asustado,
se va perdiendo en la selva.
Las dos ranas mendigos
como esfinges se quedan.
Una de ellas pregunta:
-¿Crees tú en la vida eterna?
-Yo no, dice muy triste
la rana herida y ciega.

El pobre caracol
vuelve atrás. Ya en la senda
un silencio ondulado
mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,
arrastrando tras ellas
a otra hormiga que tiene
tronchadas las antenas.

La hormiga medio muerta,
dice muy tristemente:
¡veo las estrellas!
¿Estrellas?, todos se preguntan.
-Sí, repite la hormiga,
he visto las estrellas.
-¿pero qué son las estrellas?-pregunta
el caracol.
-Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza.
-Nosotras no las vemos,
las hormigas comentan.
Y el caracol: -mi vista
sólo alcanza a las hierbas.

Pero, el aire dulzón
ha cruzado una abeja.
La hormiga agonizando
huele la tarde inmensa
y dice: - es la que viene,
la que viene a llevarme a una estrella.

El caracol suspira
y aturdido de aquella locura, se aleja
lleno de confusión por lo eterno.
El caracol pacífico,
burgués de la vereda,
aturdido e inquieto
el paisaje contempla.

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