7. La Aurora

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Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semilleros de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula, mísera del alma.
La gran tumba sucia de la noche
su negro velo claro levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo aquí, sobre estos campos
recogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré veo si tienes tus dos ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!
¿Por qué? ¿por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho duro está reseco
como una estrella apagada,
siempre, sin agotarse,
no pensando en la aurora sino en tí.

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