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—Cariño, ¿llevas todo lo que necesitas? —me pregunta Alison como por décima vez.

Sé que se preocupa por mí, pero me irrita cuando me trata como a uno de sus hijos.

—Sí, mamá—replico con ironía, rodeando los ojos antes de escuchar su carcajada.

—Lo siento—se disculpa entre risas—, estoy acostumbrada.

—Lo sé. Gracias por todo, amiga, los extrañaré demasiado. —La envuelvo en un abrazo y Eliana se suma; es la niña más dulce del planeta.

Abandono esa casa que fue mi hogar por más de dos meses, sin atreverme a mirar atrás. Me duele el corazón por tener que alejarme de mis amigos, aunque me repito que debo hacerlo, que es lo más sano para todos.

Sé que Julián es un enfermo de mierda y no me dejará tranquila hasta que quizás me vea muerta.

—¿Lista? —me pregunta Elías desde el asiento del piloto.

Niego con la cabeza en silencio, a lo que él aprieta los labios antes de hablar:

—Sé que es difícil, Emi, pero la señora Rosa te hará sentir como en casa, te lo prometo. Quedarás en las mejores manos.

Me sonríe, lo que me da la valentía para montarme en su vehículo y dejar que me lleve hasta la estación de buses.

Maneja cerca de media hora, tiempo que lo llevamos en silencio. Sé que apenas hable me pondré a llorar otra vez y ya lloré mucho con mi amiga anoche bebiendo vino y recordando cuando nos conocimos en la universidad.

Ambas nos matriculamos en Música, pero yo lo dejé a los meses porque papá me obligó. Lo único que gané con esa decisión fue una mejor amiga y perder la práctica en mi música.

Cada semana practicaba menos el piano en casa y, cuando me mudé con Julián, tuve que comprarme un piano eléctrico, aunque él odiaba cada vez que tocaba. Decía que enfocaba toda mi atención en eso y le quitaba importancia a él. Semejante imbécil, ¿no?

—Estoy nerviosa—admito al final, provocando que Elías me lance una miradilla de soslayo.

—No lo estés. Cuando llegues allá tienes que hablar con...

—Ulises Bustamante, lo recuerdo—le digo y él me sonríe.

—Eres buenísima en el teclado, Emi, sé que te darán la beca. Además, ya hablé con él y las audiciones son hasta esta semana.

—No me gusta mucho eso de los favorcitos.

—No será ningún favor si le muestras lo que haces, solo tu talento te hará quedar allí. Créeme.

Trago saliva con dificultad porque aprecio su constante apoyo, porque nunca pensé ganar un buen amigo cuando supe que mi mejor amiga se había enamorado de un fanático del Rock.

Elías siempre ha amado la música, pero admite no tener talento para ello, es por eso que se enamoró de Alison. Ella representa absolutamente todo lo que a él le encanta, y la ha ayudado a crecer como artista en su bar. Ambos se apoyan en lo que sea.

—Cuida de mi amiga, ¿vale?

—Ella está a salvo conmigo, Emi, tú eres la que debes cuidarte. No le digas a tu padre dónde estarás y ni se te ocurra hablar con el misógino de Julián.

—Sí, lo sé.

Llegamos a la estación y me despido de mi amigo con un extenso abrazo antes de montarme en el bus. Con mis ojos llenos de lágrimas, me instalo en el asiento que da a la ventana y observo a Elías a través de ella, quien me muestra ambos pulgares, sonriente.

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