19

438 56 12
                                    

—¡Hola, extraño! —lo saludo, muy emocionada, y escucho su suave risa—. ¿Cuándo vuelves?

Se queda en silencio por unos segundos antes de responder:

—Creo que... entre lunes o martes, ¿por qué?, ¿ya me echas de menos? —Su voz suena muy ronca, como cuando está recién despertando.

—No exactamente—miento—. Necesito saber hasta cuándo tengo vehículo.

—Ya... Tienes prohibido meterte en moteles con él, Estrellita. Es un auto muy respetable y sensible.

—Claro que sí—digo con ironía—. Como el dueño, supongo.

—¡Eh! —se queja—. ¿Le has echado petróleo? Es importante que lo mantengas contento.

—¡Obvio que sí!

—¡Es gasolinero, Emilia! Dios...

Puedo imaginarlo su entrecejo fruncido, a él cubriéndose parte del rostro con la mano y rodeando los ojos, frustrado.

—Lo sé, lo sé. Solo bromeo contigo—aclaro entre risas.

Él hace lo mismo contra el micrófono. Me gustaría que no estuviera a kilómetros de distancia.

—Me han dicho que has sido una excelente conductora, muy responsable.

—¡Ese hermano tuyo es un chicharra! —exclamo de inmediato, y él ríe con más ganas—. ¿Le has preguntado por mí?

Mi estómago se contrae mientras juego con mi pelo. Parezco una jodida quinceañera.

—Obvio que sí... —Hace una pausa—, porque me preocupa el Maserati, claro está.

—Tan honesto, como siempre—comento con algo de decepción.

—No eres tan preguntona por teléfono, Emilia... Creo que te llamaré más seguido, aun cuando esté en la posada.

—Me encantaría, tú eres mucho más comunicativo—me burlo entre risas.

Él se mantiene en silencio por unos segundos, y yo tampoco soy capaz de hablar. Nuestros silencios nunca han sido incómodos.

—¿Qué haces ahora? —inquiere muy suave.

—Estoy sobre mi cama, descansando. ¿Tú?

—Lo mismo... Me alegra haberte llamado—confiesa, provocándome un mini infarto.

Mi estómago parece lavadora encendida.

—A mí también—admito con una sonrisa involuntaria.

—¿Estás sonriendo? —pregunta enseguida.

No soy capaz de responder de inmediato, así que vuelve a producirse un breve silencio.

—¿Cómo lo sabes? —digo al final.

—Porque yo también lo hago.

Frunzo el entrecejo, abrumada con mis ideas y confundida con las razones que pueden llevarlo a hablarme así.

—Debería dormir... Mañana tengo una reunión temprano—me informa, casi como adivinando mis pensamientos.

Y, a pesar que es lo correcto, no quiero que la llamada termine.

—¿Alguno de tus alumnos tuvo suerte?

—Claro que sí. Soy el mejor profesor del mundo.

—Ya... —Hago una pausa, indecisa, antes de suspirar—. Buenas noches entonces.

—Buenas noches, Estrellita—se despide antes de cortar.

Siento un vacío inmediato, uno que odio. Me pongo de pie rápido, me dirijo al baño, me cepillo los dientes, amarro mi cabello y vuelvo a la habitación. Luego me instalo frente al piano eléctrico para tocar Imagine de John Lennon hasta que me aburro.

La Armonía Del Destino ✨ [DISPONIBLE EN AMAZON]Where stories live. Discover now