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—Emi, me voy—susurra Pol, despertándome.

Me cuesta despegar los párpados. Cuando finalmente lo logro, pillo a la chica sentada en la cama ya vestida.

—Espérame, te voy a dejar—digo destapándome, pero ella me detiene.

—No te preocupes, puedo tomar el bus. Tú entras a las nueve.

—¿Qué hora es?

—Las siete y media recién.

—No, Pol. Prometí a tu abuelo que iría a dejarte, así que eso haré.

Me pongo de pie, elijo mi ropa y me dirijo al baño para ducharme.

Estoy lista en veinte minutos, maquillada y todo, y abandonamos posada cerca de las ocho. Menos mal el instituto queda a un cuarto de hora en vehículo.

—Emi, ¿puedo hacerte una pregunta? —dice Pol mientras vamos de camino. Yo asiento—. ¿Hay fantasmas en la posada?

—¿Cómo?

—Espíritus o algo así.

Rompo a reír antes de lanzarle una miradilla fugaz con el entrecejo fruncido. Me parece algo ridículo.

—Claro que no, ¿por?

—Es que anoche escuché golpecitos en la pared. Creo que venían del balcón.

Se me forma un nudo en el estómago mientras trago saliva con dificultad. Eso tiene explicación, lleva nombre y apellido.

—A veces es el viento—miento.

—Es que me parece haber visto una sombra, pero estaba tan asustada que me tapé hasta la cabeza y traté de seguir durmiendo.

Vuelvo a reír, a pesar que su expresión es de genuino pánico.

—No te preocupes, Pol. Nada raro pasa en posada.

«Solo Hugo García buscando lo que no se le ha perdido.»

Llegamos al instituto del pueblo justo para la hora de entrada, así que mi nueva amiga me agradece con un abrazo antes de bajarse muy rápido.

Me dirijo directamente a la academia, ya que si vuelvo a mi casa me atrasaré.

Desayuno en la cafetería de la Odisea y pienso en llamar a Alison; sin embargo, no quiero despertarla tan temprano. De seguro se ha dormido tarde por el bar o los niños, lo que me disuade de inmediato.

La primera clase es Piano Nivel IV. El profesor Gómez no tarda en tomar algunas evaluaciones y, a pesar que no alcanzan todos los alumnos, yo logro interpretar mi canción asignada: Imagine de John Lennon. Lo hago bastante bien, al parecer, ya que salgo del salón con un preciosísimo diez de calificación.

Luego voy con Lectura Musical, donde obtengo un ocho, y después en Canto Nivel IV saco un nueve.

La profesora Delgado me felicitó por la mejora que ha visto en mí en estos meses, por lo que abandono la academia con el corazón más que lleno.

Vi a Hugo un par de veces, pero apenas nuestras miradas se cruzaban yo cambiaba de dirección o pretendía no ser consciente de su presencia.

Traté también de ignorar a Carolina, aunque la pesada me lo hace bastante difícil cuando me lanza esas miradillas con desprecio. Me reprimo las ganas de acercarme y preguntarle cuál es su puto problema, a pesar que conozco la respuesta.

Finalmente, entre abrumada y feliz, me voy a posada para almorzar antes de entrar a trabajar.

—Hice lasaña de verduras hoy, Emilita—me informa Rosita en la cocina—. ¿Cómo le fue hoy?

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