○ Capítulo 16 ○

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A escondidas nos escabullimos hacia una de las caballas de la aldea. Si queríamos irnos a por otra reencarnación, teníamos que abrir otro portal rápido, y sin que nos descubrieran.

Sin que nos notaran, Haniel abrió una puerta en una cabaña. Entramos rápidamente y casi al instante, aparecimos en una época totalmente diferente.

—Bienvenida al año de la invención de la rueda —Haniel estiró los brazos hacia el cielo y soltó un suspiro liberador.

Observé cada detalle a mí alrededor, intentando obtener una pista de los recuerdos dormidos de mi interior. Si me ponía a pensar sobre cómo había cambiado todo, era un gran avance. Pasar de ser una joven preocupada de unas vacaciones, sin conocer que aquellas serían la última vez que disfrutaría de su familia y amigos, a lo que era en ese instante.

Un ángel.

Noté la rica decoración de las diferentes tipos de alfarería que se encontraban en una especie de mercado. Las personas aún se vestían con poca ropa, pero la civilización claramente, estaba más avanzada que la anterior vida que visitamos.

Rápidamente un dato se instaló en mi memoria.

— ¡Estamos en Mesopotamia! —Grité sonriente y orgullosa de mi misma.

Haniel dio un aplauso presuroso.

—Vamos, tenemos que encontrar a Nidama —Avanzó muy deprisa, por lo que corrí para seguirla. Me di cuenta de que nuestras vestimentas negras hacían contraste con las ropas blancas de la gente alrededor.

—Nidama, que nombre más raro —Mencioné arrugando la nariz.



Seguimos por un buen rato, pero ninguna de mis memorias reconocía los parajes por donde caminábamos. Sin embargo, Haniel parecía recordar cada una de las calles, puestos, puentes, incluso personas.

—Exactamente, ¿En qué año estamos? —Le pregunté a Haniel mientras evitaba que un hombre me golpeara la cabeza con un palo de madera gigante.

—3350 a.C. —Respondió como si nada.

Ahogué un suspiro. Cualquiera se impresionaría por eso, pero ya no podía más de las sorpresas. Esos viajes iban a ser una costumbre, ya que, solo íbamos en el segundo de ellos. Pensando en todo ello, no me di cuenta de que Haniel se había detenido, por lo que choqué contra ella.

—Ahí está —Apuntó hacía una esquina escondida de una pared de ladrillos que estaba cercana al final del mercado.

Vi a una muchacha en una silla, con las manos llenas de arcilla, frente a ella había una pequeña mesa que tenía lo que parecía ser un largo jarro. Sin embargo, debía admitir que no era tan bonito como los otros de la feria. Reparé en que tenía el cabello rubio igual que yo.

Sonreí.

—Es igualita a mí —Susurré.

Haniel se acercó sin cautelar nada.

— ¿Deberíamos acercarnos así como así? —Le pregunté pero ella ya se había alejado — ¡Haniel!

Corrí nuevamente a encontrarla. Una vez que llegue a su lado, noté que todos observaban el evento que se presentaba. Una rueda mediana surgía desde el fondo de la calle. Todos aplaudían y vitoreaban de alegría a su paso. ¡Aquella era la primera rueda! Y según lo que había aprendido antes, significaba un aporte en el transporte, por lo tanto, en el comercio.

La chica a la que habíamos estado buscando, es decir, Nidama, se acercó hacía la población. Pero de un segundo a otro, desapareció de nuestras vistas.

Un Ángel Sagrado © (LIBRO 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora