○ Capítulo 32 ○

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La muchedumbre de demonios comenzó a desesperarse y el grito de Weld fue ensordecedor.

Haniel realizó un campo de fuerza a nuestro alrededor y se dispuso a sanar mi ala dolida.

— ¿Qué fue eso? —Pregunté inquieta.

—Mira arriba.

Lo hice, dirigí mi vista hacia los agujeros del edificio en el que estábamos y noté que las estrellas comenzaban a moverse.

—Ya te lo dijeron —Me miró Haniel —No pelearás sola.

Cuando mi ala fue completamente sanada, salí a las afueras de los escombros.

Las pocas estrellas que se veían estaban volviéndose cada vez más grandes y a cada segundo, aparecían más.

Me di vuelta hacia la derecha a tiempo, justo cuando una horda de demonios se acercaba, pero fue rápidamente destruida por una de las estrellas, que ya estaba a la suficiente altura para descubrir que era un ángel envuelto en luz pura.

Se posó en una alta estructura y detrás de él, le seguían un ejército de criaturas de dos pares de alas, además de otros ángeles que aparecían desde todos lados.

El que había atacado a la horda, bajó hasta encontrarse con nosotros.

—Sempi, hemos esperado mucho por ti —Se presentó —Mi nombre es Abadón.

Bajé la cabeza en señal de respeto.

—Dime Lily, por favor.

— ¿Qué necesitas hacer? Estamos a disposición de pelear por ti.

Arrojé el aire acumulado y miré mis ropas, aún llevaba lo que habíamos sacado de la tienda en el año de la última reencarnación. ¿Quién lo diría? En plena batalla que decidirá el futuro del mundo, estaba vestida de alguien normal.

Observé la escena de manera rápida. Weld estaba portando todo su poder al rayo, que de pronto comenzaba a romper el cielo. Un movimiento en la tierra nos distrajo.

— ¿Qué fue eso? —Pregunté manteniéndome alerta.

—Es el rayo —Respondió Abadón —Ha encontrado el cielo. Eso significa que la destrucción no tardará en llegar. Primero será la atmósfera y eso matará todo lo vivo. Si eso pasa, no habrá tierra y por lo tanto, nadie existirá.

El estupor me dejó hecha piedra. Si no hacíamos algo luego, hasta el pasado sería afectado.

—Todo habrá sido en vano —Susurró Haniel.

Y eso fue la gota que colmó el vaso. Me equilibré y me acomodé a usar mis alas, elevándome a una gran altura. Manipulé mis manos y creé una niebla clara. Brillaba tanto que tuve que acostumbrarme a la luz y la lancé hacia el rayo. Hice una especie de escudo, desviando la salida del poder de satanás y no dejándola salir de la tierra.

Intenté atacar de inmediato, pero varios demonios hacían una muralla a su alrededor, impidiendo el paso. Eso me hizo volver a suelo.

—Ya sé qué haremos —Dije —Necesito llegar a él.

Lo apunté y mis palabras se dirigieron a todos. Abadón hizo un gesto de asentimiento.

—Te haremos camino —Afirmó.

Miré a mis amigos y les agradecí con la mirada. Haniel se acercó a mí para abrazarme.

—Hay algo que no te he dicho —Susurró con voz triste. Respiré profundo y la insté a continuar, lista para aguantar todo —Si derrotas a satanás, salvarás al mundo, pero no liberarás a los ángeles. Sé que ese fue tu principal objetivo.

Un Ángel Sagrado © (LIBRO 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora