🔺Ella se convirtió en lo que ellos crearon. Su sed de venganza la llevó por un camino oscuro y solitario, pero eso cambio al conocerlo... Gracias a él su vida comenzó a cambiar y llenarse de color. Comenzó a comprender que no todos eran iguales a l...
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Todoroki acariciaba suavemente el cabello de su novia, mientras sus ojos se mantenían mirando alguna parte de la habitación con una sonrisa boba en su rostro. Acababan de hacer el amor y estaba en esa situación en la que sientes que estás tumbado sobre una nube de algodón, completamente mullida y ligera. La pelinegra acariciaba lentamente su abdomen desnudo con la yema de sus dedos, delineando las líneas de sus abdominales, las cuales se notaban un poco. Su pierna estaba encima de su torso y su cabeza se encontraba apoyada encima de su pecho. Él, por su parte, la abrazaba por la cintura con un brazo, mientras la mantenía lo más cerca posible de él. Debido a que ambos estaban desnudos, sus pieles se rozaban con cada movimiento, provocándoles una sensación de paz y tranquilidad. Amaban estar así de abrazados.
— Deberías volver a tu habitación antes de que mis padres vuelvan — le susurró al chico.
— Pero me gusta estar contigo — la chica sonrió y alzó un poco su rostro para poder mirarle a los ojos.
— A mí también, Shouto, pero si te ven aquí te echarán de casa y no quiero que te quedes viviendo debajo de un puente.
Era cierto. Hace un tiempo, sus padres murieron en un accidente de coche, dejándolo huérfano y desamparado. No contaba con ningún familiar que lo pudiese cuidar, así que los mejores amigos de sus progenitores, que eran los padres de la chica de la que se había enamorado, lo acogieron en su casa y lo trataron como si fueran su propio hijo. Es por eso por lo que les debía su vida, si no fuera por ellos en ese mismo momento estaría en algún orfanato o en las calles de la ciudad de Tokio, pidiendo limosna para poder comer. Sin embargo, no pudo evitar enamorarse de Momo, y cuando supo que ella sentía lo mismo, no pudo ahogar sus instintos y comenzar una relación con ella. La amaba y quería estar a su lado, así que solo quedaba la opción de mantenerlo en secreto. Si sus padres se enteraban lo echarían sin pensarlo, pues su pequeña era mucho más importante y preciada que el hijo de sus amigos. No soportarían ver que tras adoptarlo se había metido en la cama de la que era su hermana adoptiva. Aun así, ellos nunca se vieron de esa manera y no podían suprimir el amor que se sentían.
El chico bajó la mirada hacia sus ojos marrones, mirándola por unos segundos, sin decir ni una palabra, pues estaba concentrado en contemplar sus rasgos mientras pensaba en si hacerle caso o no. Su cuerpo le pedía quedarse a su lado, pero su cerebro le decía que no era buena opción, que debía irse antes de que sus padres volvieran del trabajo.
Al final acabó soltando un bufido, para después acariciarle la mejilla y asentir con desgana.
— Está bien, me voy, pero con la condición de que me des un último beso.
— Si hago eso seguramente harás alguna cosa que me incite a acostarme otra vez contigo, es lo que siempre haces.
— No es mi culpa que caigas ante mis encantos — la pelinegra soltó una suave risa.
