Mayo, hace 3 meses.

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Las últimas semanas no habían sido fáciles para Gustabo. El día siguiente de la pelea, el decano de la universidad le llamó a su ostentoso despacho para aclarar la situación, lo cual acabó resultando ser una bronca monumental y sin sentido hacia su persona cuando claramente él había sido la víctima de todo ese circo. Al final comprendió el quid de la cuestión y es que resulta que el padre del capullo que le partió la cara es un puto ricachón que aporta, en palabras del decano, unas generosas donaciones anualmente para la mejora de las instalaciones. Mejora de las instalaciones mis huevos, pensó el joven al escuchar tantas tonterías juntas.

Finalmente todo acabó con un castigo en el que debía ayudar en las cocinas y limpiar el comedor durante un mes. ¿Es que acaso esos castigos no sucedían únicamente en las películas románticas cutres de adolescentes?

Gustabo se encontraba física y mentalmente agotado, no tenía un respiro en todo el día entre su trabajo en la cafetería, el castigo en las cocinas, las clases, estudiar para los exámenes, hacer trabajos en grupo en los que casi siempre le tocaba con compañeros inútiles y despreocupados y era él el que se tenía que ocupar de terminarlos y finalmente las tutorias. Aunque de estas últimas estaba agradecido, era una hora al día que podía dejar de pensar en sus obligaciones y entrar en ese tira y afloja que mantenía constantemente con Conway.

Ese despacho se había convertido en su sitio seguro, ahí se permitía bromear libremente, hablar de sus intereses y compartir anécdotas y recuerdos sin filtro. Se sentía como en casa y estaba empezando a asumir que cuando pensaba eso no se estaba refiriendo a esas cuatro paredes sino a quien estaba dentro de ellas con el.

Jack se había vuelto un pilar fundamental en su vida y ni si quiera sabía en que momento había sucedido eso. Al principio solo quería pasar más tiempo con él porque le parecía atractivo y tenía un culo de infarto pero ahora...ahora le había conocido de verdad y no se lo podía sacar de la cabeza. Hiciera lo que hiciera el mayor siempre estaba en sus pensamientos y es que en la realidad Conway ha estado ahí para lo que hiciera falta en los últimos nueve meses.

Podría decir que Conway era lo más cercano a una familia que había tenido, a parte de Horacio, en mucho tiempo. Se preocupa genuinamente por él, le escucha y le apoya en todo lo que puede y nunca espera nada a cambio, es como si le compensara pasar su tiempo junto a él. Al pensar todo esto no puede evitar que un nudo se forme en su estómago y sentir una leve presión en el pecho porque joder, le gusta Conway. Así, sin más.

Le gusta Conway.

La revelación le azota y siente que se mueve el suelo bajo sus pies. Se ha putopillado de su profesor.

Está jodido. Está muy jodido.

Se pasa el día dándole vueltas a ese hecho y pensando que tiene que hacer algo al respecto. Se la va a jugar como sea y va a mover ficha, arriesgandose a exponer a su reina y acabar en un jaque mate que lo deje por los suelos. Pero la vida va de eso, va de correr riesgos, de tirarse a la piscina con los ojos cerrados y esperar a que esté llena de agua.

Y con esa determinación se plantó en la puerta de la universidad ese miércoles, después de acabar las clases, para esperar a que saliera Conway.

Pasan los minutos y cuando Gustabo ya estaba a punto de abortar la misión y volver a su casa, ve al mayor acercarse a la puerta.

-Vamos Gustabo, mentalidad tiburón joder, tu puedes con ese viejo decrépito, -se animó a si mismo en voz baja.

-¿Gustabo? -preguntó Conway extrañado al ver al otro aún ahí cuando las clases habían terminado hacía casi veinte minutos. -¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? Porque si esos capullos te han vuelto a respirar encima aunque sea yo no me hago responsable de mis actos.

when I kissed the teacher    [intenabo] Where stories live. Discover now