Agosto, actualidad. (parte 2)

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Se encaminaron hacia el despacho en un denso silencio, compartiendo sus pensamientos y sensaciones sin saberlo. Ambos estaban perdidos con lo que había pasado hacía apenas unos segundos.

Se habían besado. Y no había sido un simple pico como en el escenario ni tampoco había sido un único beso. De hecho cada uno había iniciado un beso que después el otro le siguió, ¿eso significaba que ambos llevaban queriendo lo mismo todo ese tiempo? ¿Qué llevaban meses jugando a ser el gato y el ratón pero intercambiando constantemente los papeles? En cualquier caso aquel impulso fortuito había llegado en el momento adecuado, oficialmente el curso había terminado y ya no entraba en juego la moralidad de si es ético establecer una relación entre alumno y profesor. Aunque quizá el lugar no había sido el más apropiado, ahora poco más les importaba que abrir la puerta a la que habían llegado.

—Putas muletas joder, —murmuró Conway recostado en la pared, manteniendo el equilibrio a duras penas, aguantando las muletas con una sola mano y tratando de abrir la puerta.

—¿Qué pasa Conway? ¿Le pongo tan nervioso que no atina con la llave? —preguntó Gustabo provocador.

—No es por eso joder. Es por las jodidas mule- —Conway se cortó a mitad de frase tras sentir la lengua de Gustabo perfilando su cuello hasta su oreja, provocando que se le erizaran los pelos de la nuca.

—Pues espero que si que atine a la primera con otras cosas, —susurró el rubio en su oreja para a continuación atrapar el lóbulo entre sus dientes y tirar levemente de el.

—Joder, no me lo estás poniendo nada fácil Gustabin, —murmuró el mayor, por segunda vez en su vida, logrando por fin abrir la cerradura y entrando apresuradamente.

Una vez dentro Conway cerró la puerta con pestillo y bajó la persiana. Al girarse fue acorralado contra el cristal y no le dio tiempo a quejarse pues Gustabo ya le estaba besando de nuevo. Esta vez ya ninguno se reprime, agradeciendo la privacidad que les proporciona el despacho dejan salir pequeños gruñidos y jadeos. Gustabo, más atrevido y nervioso, tocaba todo lo que podía, ese era su oportunidad y no pensaba desaprovecharla. Conway por su parte estaba más comedido, quería pensar que podía ser por la restricción de las muletas pero la realidad es que no sabía donde tocar. Era la primera vez que estaba con un hombre y no sabía si era correcto tocar en los mismos lugares que a una mujer, de hecho no sabía ni si ese pensamiento comparativo estaba bien. Estaban prácticamente respirando el aire que exhalaba el otro, alargando los besos lo máximo que les permitían sus pulmones, con miedo a que al separarse todo se terminara, que alguno se arrepintiera o que aquello no fuera más que un sueño.

Pero todo aquello era real, estaba sucediendo de verdad.

—Al sillón, —ordenó Conway separándose del rubio, con un hilo se saliva aún entre los dos, manteniéndolos conectados en la distancia. Gustabo no tardó en reaccionar, salió disparado hacia donde se encontraba el escritorio mientras que Conway se tomó unos segundos para detallarlo.

Gustabo estaba rojo, por vergüenza o por excitación, quizá por ambas. Con la respiración acelerada y el pelo apuntando en todas direcciones, no quería ni pensar en cómo se vería él pero la verdad es que tampoco podía importarle menos.

Conway se acercó por fin hacia donde estaba el sillón y bajo la atenta mirada del rubio, se sentó lentamente.

—¿Recuerdas lo que te dije la última vez que fui a la cafetería Gustabin? —preguntó sugerente Conway, acariciando el muslo de Gustabo. Este negó rápidamente con la cabeza, en ese momento no recordaba ni su apellido. —Te dije que me gustaría verte rogar, Gustabo, —contestó a su propia pregunta, sonriendo con superioridad al sentir el estremecimiento del rubio ante sus palabras. —De rodillas.

when I kissed the teacher    [intenabo] Where stories live. Discover now