Atención

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Lo más difícil de la mañana, sería explicarle a las chicas porqué la cama estaba sin patas y en el suelo, pero lo vergonzoso de la situación fue que Alice llegó a mitad de la noche y sin hacer ruido, se acomodó entre nosotras; al despertar para una de mis idas al baño y verla abrazada a mí, me moría de vergüenza, pero no pude evitar despertarla para preguntar por Eris.

Según la coneja, la Demonio terminó su "comida" luego de un rato y perdió el control por un momento, gritando y sacudiendo todo en la sala de interrogaciones, incendiandose y quemando algunas cosas, pero cuando Alice estuvo apunto de intervenir debido a que las heridas de Eris se abrían por el alboroto, ella se calmó.

Eris respiró hondo, se vistió y se fue en muletas hasta su cuarto.

Me quedé preocupada, así que sin despertar a Alice y a Mavis, dejé una nota en una de las bolsas que tenía la pijama de la coneja y salí de la habitación tres horas antes del amanecer.

Me puse mi bata, me quité el collar y fui a la habitación de Eris en una de las partes más cálidas del castillo que se encontraba justo arriba de la sala de calderas.

Toqué la puerta con mesura, pero lo suficientemente fuerte para que en medio de la noche silenciosa, pudieran escucharse los golpes.

Nadie respondió.

Entré despacio. Hacía tanto calor allí que no pude evitar quitarme mi bata, finalmente, estaba en el cuarto de mi esposa, así que no había problema. Eris estaba dormida y acurrucada sobre la cama, lucía algo inquieta, algo tensa y el hecho de que una parte de las cobijas sobre ella estuviera en llamas, lo demostraba.

Afortunadamente, su colchón y sus cobijas habían sido hechos con la gruesa piel de animales resistentes al fuego, incluso las plumas de sus almohadas eran de aves volcánicas. Nada allí se podía incendiar con sus llamas, al menos no mientras estuviera dormida. Despierta, la intensidad aumentaría, aún así, el calor actual era suficiente para que no pudiera meterme en la cama.

Tuve que despertarla.

—Eris —moví sus hombros y ella levantó la cabeza con pereza.

—¿Lucy?

—¿Puedo dormir contigo?

Ella se quitó las cobijas de encima, apagando sus llamas y revelando su cuerpo desnudo y cubierto de heridas, visibles debido a las vendas que se habían quemado.

Me acosté junto a ella y la abracé, tratando de soportar el calor asfixiante de la habitación. A ella le gustaba dormir muy cálida, por ello cuando dormíamos juntas, solía elegir el lugar enmedio de todas y enredarse en mi cabello.

Llegó la mañana y Eris se mostraba algo nerviosa, yo por otro lado, estaba sudando y tomando mucha agua.

—¿Cómo te sientes? —traté de no prestar atención a los restos de sangre en su boca y cuerpo, pues mucho de eso no le pertenecía.

—Me siento algo más enérgica que los últimos días —respondió confundida y preocupada, pues imaginaba la razón. El alma de un guerrero de rango cuatro no debía ser cualquier cosa.

En realidad, gran parte de las heridas pequeñas se habían curado y ahora solo quedaban las grandes, que redujeron su tamaño y por supuesto que las internas.

—Eso es bueno, ¿no te parece?

—No lo sé.

—Pequeña Eris, ¿qué tal si tomamos un baño?

Ella asintió. Lo que le dijera no la animaría, pero podría al menos ayudarla a calmarse.

La asistí al lavarse y le puse sus vendas, el cabestrillo para uno de sus hombros y le coloqué unos lindos shorts y un sueter.

Reina Salvaje (Volúmenes 18 en adelante) Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang