Furia y Promesas

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Las autoridades habían alertado a la población para que se mantuviera alejada de toda la costa sur, el paso de tifón Alpha sobre Japón seria solo superficial, pero aun así deseaban mantener al mínimo cualquier casualidad, ya sea material o en vidas humanas. Sin embargo, mientras todos los residentes de las zonas cercanas habían evacuado, una figura solitaria avanzaba sin preocuparse por la violencia a su alrededor, pues dentro de su corazón albergaba una furia que podía rivalizar con la mismísima tormenta.

Los relámpagos iluminaban por breves momentos el cielo y el rugir de las olas ofrecían un espectacular pero aterrador paisaje, de forma esporádica se podía sentir algunas gotas de lluvia, pero la fuerza del viento era mayor impidiendo, al menos temporalmente, el inminente monzón. Este escenario le resultaba demasiado familiar a Sagat que a pesar de nunca haber estado antes en la región de Sukakujo estaba seguro de haber presenciado una tormenta similar. Le había costado varios días llegar a la costa japonesa, pues no había medios de transporte que lo llevaran hacia aquel solitario castillo feudal en donde se efectuaría el combate más importante en su vida.

—Usted no debería estar aquí ¿Acaso no ha escuchado las noticias?

Un viejo pescador caminaba en dirección del gigante tailandés, cargando varias especies capturadas en su espalda mientras avanzaba con dificultad a pesar del viento.

—Yo voy a donde me plazca y una nimiedad como esta no va a detenerme.

—Solo un loco o un suicida arrogante llamaría de esa forma a un tifón.

—O un Rey.

—Rey de los locos si planea seguir su camino.

—Usted también está conmigo aquí.

El viejo pasó de largo a Sagat.

—Yo nunca he dicho que estaba cuerdo jeje.

Sagat observó al extraño hombrecito perderse en el horizonte y recordó los acontecimientos que lo habían traído hasta este punto. Todo comenzó con una derrota, el mundo entero pudo ver su humillación, y poco a poco tuvo que arrastrarse por el lodo para ascender no por lo que había perdido, sino por algo completamente nuevo.

— ¿Cómo iba ese dicho? Mientras más alto te encuentres, más dura es la caída.

Había luchado muy duro para llegar al punto en el que se encontraba en este momento, tanto figurativa como de manera literal, y al igual que ocurrió la primera vez, ahora podía perderlo todo de nuevo.

Ya había derrotado antes a Ryu, en Australia, un día muy parecido a este, pero eso fue una victoria pírrica, sin valor alguno, ¿había llegado al punto en que las derrotas pesaban más que los triunfos? Por primera vez en mucho tiempo un intenso frio recorrió su cuerpo y no se debía al aire que circulaba a su alrededor. Tenía miedo y su cuerpo reaccionaba ante ello. ¿Miedo de perder? ¿Miedo a que la victoria no significara nada? ¿Miedo al ver que aquello por lo que tanto luchó, por tanto tiempo lo obsesionó... al final careció de sentido? Quizá no era ninguna o tal vez eran todas. Y solo había una forma de averiguarlo, sintió la hierba golpeando sus musculosas piernas y siguió su camino mientras frente a él un cumulo de nubes negras soltaba una enorme carga truenos y relámpagos mientras el rugir de las olas rivalizaba con el caos natural a su alrededor.

Después de caminar por otra hora por fin pudo avistarlo a la distancia, el castillo Susaku, iluminado de manera tenue por los relámpagos. Se trataba de un palacio budista fundado en el Japón feudal en el año 874 de la era Heian, perteneciente a Suzaku-tennō el 61º emperador japonés, se encontraba localizado al borde del acantilado, justo a orillas de una pequeña montaña, rodeado de árboles secos que parecían cada vez más frágiles mientras recrudecía la tormenta.

El sendero del TigreWhere stories live. Discover now