El rey ha muerto, larga vida al rey

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Con un estruendoso sonido la puerta de madera se rompió de manera violenta en decenas de pedazos, los hombres dentro de la descuidada habitación se levantaron rápidamente y tomaron sus pistolas, unas American tactical de 9mm y apuntaron directo al pasillo donde yacían los restos de la puerta.

Los tres hombres estaban congelados... ¿Cómo habían descubierto ese último escondite? ¿Quién era el hombre que se encontraba detrás de su pista? Uno de ellos, el más joven, pidió que lo cubrieran mientras avanzaba hacia el pasillo, con arma en mano, dio unos cuantos pasos mientras atravesaba los platos desechables en el suelo, los vasos rotos y las colillas de cigarro.

Sus socios no despegaban la vista de la puerta, el sudor frio recorría sus frentes mientras parpadeaban constantemente. De seguro era una banda rival que buscaba apoderarse de su territorio, o eran agentes de narcóticos que iban tras de ellos, podría tratase de alguna antigua venganza... justo en ese momento la pared detrás de ellos colapsó, ni siquiera tuvieron tiempo de usar sus pistolas de procedencia turca cuando un gigante calvo y tuerto atravesó la densa cortina de humo y los tomó con sus enormes manos por la cabeza, estrellándolas entre sí.

El más joven dio vuelta y apuntó con su arma a la sombra del gigante que apenas se podía distinguir.

—¡Estás muerto maldito tuerto!

Gritaba mientras su arma temblaba tanto, que tuvo que sujetarla con fuerza con la mano izquierda. Nunca había matado a nadie antes, este solo era un trabajo de vigilancia, se suponía que nadie sabía la ubicación de la casa de seguridad, se suponía....

—Suelta el arma o te garantizo la peor muerte que puedas imaginar.

La voz era intimidante, oscura y tenebrosa. El chico pensó que podría mentir sobre los hechos, sus compañeros quizá estaban muertos, nadie tenía porque saber la verdad, igual le pagarían, incluso se ganaría el respeto de los grandes jefes al decir que luchó contra el gigante y sobrevivió.

La pequeña arma semiautomática cayó al suelo haciendo un ruido metálico, el joven alzó los brazos en señal de rendición.

—Maldito cobarde...

Dijo el gigante mientras se abalanzaba sobre él.

—Dijiste... lo dijiste. ¡Dijiste que me perdonarías la vida!

—Nunca dije que no te mataría.

Sagat lo tomó con sus enormes manos y le rompió el cuello sin mucho esfuerzo.

Las cosas ya no eran como antes. Ahora los más "peligrosos" dependían de manera excesiva de armas que les permitían matar a distancia, incluso por la espalda, eran otros tiempos. Ya no había honor entre criminales. Arrojó el cadáver hacia una alacena hecha de madera antigua donde cayeron pequeños paquetes de droga, pero eso no le interesaba en absoluto, rondó por la casa de seguridad en la búsqueda de su verdadero objetivo.

Sagat se encontraba en Hong Kong para combatir y eliminar a un sujeto en cuestión. Se decía a si mismo que no tenía nada de malo, no era la primera vez que mataba a un ser humano. No obstante, antes era por decisión propia, porque había honor en el combate y a veces una muerte digna en el ring era el premio que obtenían sus oponentes. Ahora no era tan distinto, lo encontraría, combatiría contra dos o tres sujetos antes de llegar al objetivo y finalmente el tigre cazaría a su presa.

Sin embargo ese era el problema, no puedes decirle al tigre lo que debe cazar.

Ahora el tigre tenía un amo...

Se engañaba a si mismo diciendo que no era su amo, era su igual, de la misma forma que los otros dos, el boxeador y el torero. Sin embargo en el fondo de su corazón sabía que el tigre ahora tenía una correa. Y el nombre del hombre que controlaba esa correa era Bison.

El sendero del Tigreحيث تعيش القصص. اكتشف الآن