Al borde del abismo

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El teniente primero Charlie Nash del cuerpo de infantería de marina de Estados Unidos en su división de aviación gozaba de una carrera impecable, tenía la fama de nunca dejar a ningún aliado atrás. Un hombre justo y recto, calmado y seguro. Miles de historias formaban su gran reputación, desde impresionantes tácticas en combate cuerpo a cuerpo, múltiples noches al lado de hermosas mujeres hasta maniobras imposibles a bordo de su jet de combate, un AV-8B Harrier II.

Pero muchas de esas historias eran solo eso... historias, o tal vez, solo algunas. Charlie poseía un enorme sentido del deber y justicia que a veces rayaba en obsesión, no le importaba desobedecer órdenes con tal de hacer lo que consideraba correcto, y muchas veces eso le había traído problemas con sus superiores.

Su última misión hizo enojar a muchos peces gordos, por lo que fue asignado a un caso de corrupción en el ejército, tenía que hacer el trabajo más despreciable de todos... asuntos internos. Aparentemente era un caso que no tenía consecuencias, pero esa fue la primera vez que escucho sobre "Shadaloo".

Rápidamente se dio cuenta que esta misteriosa organización criminal estaba metida en todos lados, si quería detenerla tenía que llegar hasta la raíz.

Desobedeciendo órdenes se trasladó a las regiones del sudeste asiático, justo donde las actividades ilegales de Shadaloo eran más frecuentes.

A pesar de contar con la ayuda de agentes chinos, e incluso de su viejo amigo Guile, la organización criminal estaba lejos de ser detenida. Tuvo que arriesgarlo todo y abandonar a sus aliados en Camboya, mientras él seguía un endeble rastro que lo llevo a Brasil.

La base que había ahí era más bien un emplazamiento temporal, donde los vehículos de la organización se abastecían de recursos necesarios. Una bodega enorme y bastante cara.

Pero no era eso lo que buscaba, solo un pequeño punto en el mapa... pero al menos era un buen progreso. Se infiltró en silencio, golpeando algunos guardias en la nuca y evitando los sistemas de seguridad, en el interior descubrió dentro de una computadora un mapa de la tierra con extrañas marcas en él.

¿Eran las bases marcadas de Shadaloo? ¿O serían los poblados donde tienen mayor influencia? ¿Sus enemigos? ¿Aliados?

Charlie apostó por sus instintos.

Comparo las líneas aéreas más frecuentes, así como los caminos terrestres más transitados y estableció un perímetro de búsqueda que extrañamente marcaba las cataratas de Kaieteur, en Venezuela.

Los soldados de Shadaloo finalmente lo encontraron, prepararon sus rifles antes de entrar a la habitación donde estaba el intruso y acribillarlo por la espalda, pero Charlie supo de ellos con suficiente antelación como para lograr escapar por una ventana, correr por el pasillo hacia la salida de la instalación y llegar a uno de los hangares, donde robó uno de los jets para así dirigirse a las cataratas, donde descubrió que su corazonada era correcta y allí se encontraba una de los más grandes complejos de la organización.

Dejo el jet escondido entre la maleza y se abrió paso a pie. Siempre por caminos lo suficientemente complicados para que no pudieran notar su rastro. Finalmente llego a la montaña donde se encontraba las cataratas y descubrió que su instinto tenía razón: allí se encontraba uno de los más grandes laboratorios de estupefacientes.

Charlie entro por el sistema de ventilación, y observaba las salas más importantes de la instalación, llegando finalmente a la sala de control: una enorme habitación de un metal gris, como el resto de la base, pero con poderosos ordenadores que contenían los datos más importantes de la organización, desde las armas que traficaban, lugares de distribución de drogas hasta el nombre de importantes funcionarios al servicio de Shadaloo.

El sendero del TigreWhere stories live. Discover now