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Caminando con algo de velocidad, dos chicos de cabello rubio se movían por entre medio de aquella multitud donde sus compañeros de trabajo salían de sus casas rodantes, algunos estirándose después de tantas horas sentados conduciendo mientras que otros simplemente bostezaban con cansancio. Todo el circo había estado viajando por horas y horas, sin poder descansar demasiado gracias a los constantes reproches del nuevo jefe, que se mantenía totalmente malhumorado aquella mañana.  

Dongyul y Jimin, en ese momento, estaban tratando de evitar encontrarse con aquel mismo chico, mientas se escondían entre la gente con el único propósito de llegar hacia quien sabe donde. Jimin desconocía hacia donde lo estaba guiando su amigo, y el mismo simplemente le había dicho que estarían bien.

Ambos sabían que estaban en peligro, y lo único que podían hacer era tratar de esconderse, porque escapar de aquel lugar era imposible, de alguna manera, alguien siempre se enteraba, y terminaba de la peor manera posible.

Respirando de forma acelerada, Dongyul se desvío del camino de un momento a otro, llevándose a Jimin con él, ambos caminando por detrás de un montón de casas rodantes que estaban estacionadas, mientras el alboroto que hacían todas las personas al hablar se escuchaba desde cerca.

—¿A dónde se supone que vamos? —Quiso saber Jimin, frunciendo el ceño al ser agarrado bruscamente por el brazo por parte de su amigo.

—Ya te dije que cierres la boca y camines, confía en mí. —Se quejó el contrario, frunciendo el ceño con fastidio.

—Dejé de confiar en tí desde hace tiempo. —Gruñó, mirandolo con leve molestia.

—No me interesa, los dos estamos metidos en esta mierda así que muévete. —Ordenó el chico, jalando a Jimin hacía sí y ganándose una queja por parte del mismo.

—Todo esto es tu culpa. Ojalá te encuentren. —Bufando, Park cedió ante el agarre brusco del chico, dejándose guiar mientras seguía recordándole lo fastidioso que era tenerlo como mejor amigo, a lo que Dongyul simplemente decía que se callara y siguiera caminando.

Y al llegar hacia donde lo había guiado Dongyul, Jimin formó una mueca de disgusto, antes de negar con la cabeza y observar incrédulo a su acompañante.

—Debes estar bromeando —se quejó, con el ceño fruncido—. ¿La vieja loca? ¿En qué nos puede ayudar ella? —Quiso saber, soltandose del agarre del mayor.

Dongyul no respondió, y tan solo se limitó a golpear tres veces seguidas la puerta de la vieja casa rodante que tenía enfrente, donde yacía la única persona que se había dignado en ayudarlos.

Yang Mi, aquella mujer de pelo negro, abrió la puerta de su hogar, usando uno de sus típicos vestidos blancos con detalles negros, mientras que su cabello estaba suelto y su rostro se mantenía totalmente serio ante la presencia de los dos chicos.

Sin siquiera saludar, tan solo se hizo a un lado, dejándoles espacio a ambos para que entraran a su casa.

Dongyul entró rápidamente, y a pesar de que Jimin dudó, no tuvo otra opción más que seguirlo. No había escapatoria, mucho menos otro escondite.

—Señora Jeon, cuanto tiempo sin vernos. —Soltó el trapecista, sonriendo en grande, aparentemente mucho más tranquilo al estar en aquel lugar.

La pelinegra asintió levemente, antes de caminar hacia unos sillones individuales de color negro, tomando asiento en uno de ellos y esperando que los dos hombres que la acompañaban imiten su acción.

Ambos mejores amigos se sentaron junto a la mujer, uno de ellos sonriendo con calma, mientras que el otro tan solo mantenía el ceño fruncido, desconfiado y malhumorado.

Clown | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora