2. Lo quería todo

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Isadore sonrió nerviosamente. Las palabras de Vanya siempre tenían algo que lo calmaba dentro de sí. Eran pronunciadas con dulzura, pero también con profesionalidad. Cogió un par de pergaminos y una pluma como quien no quiere la cosa por estar bajo la mirada inquisidora de su igual. Aquella de dulce susurros y gestos impredecibles. Siempre motivándolo a ser mejor. 

—¿Salir al mundo mortal? ¿Y para qué? N-no lo e-entiendo.

El hombre de ojos carmesí arrugó la nariz reprimiendo una sonrisa burlesca.

—Son mortales coquetos, emperador.

Podría ofrecer sus valiosos y filosos colmillos para no volverlo a llamar así nunca más. Le resultaba hasta ofensivo.

—No son nada como este infierno donde todos sabemos lo que nos vamos a encontrar al dar la espalda.

Isadore hizo un gesto en el que predominaba la confusión.

—Borja... es un demonio de atributos inexplicables.

Su igual hizo un gesto de desagrado.

—Lo sé, pero los mortales...

—Es peligroso salir allá afuera. Nos exponemos.

Se escuchó un chasquido.

—Ya. No tienes que ir si no quieres. Solo quise invitarte porque eres tú... Quería que disfrutaras tanto como yo. De otra manera no hubiera pensado en ti.

Ese era el punto: Vanya esperaba que su experiencia en adular sirviera con Isadore. Siempre terminaba sirviendo... pero de alguna forma ahora no parecía tener frutos.

—No me apetece.

Vanya se esforzó por no demostrar su desagrado. Su ira.

De alguna manera fue víctima de su propio juego. Y eso no le gustó para nada.

Había premeditado todas sus facciones. Dio con cada una de ellas. Había estudiado a Isadore por muchos muchos años y tenía que hacer algo pronto, si no quería...

—¿Emperador? —Escuchó a Borja detrás de ambas puertas, tocándolas con insistencia—. ¡Mi señor!

Borja abrió las puertas trayendo las buenas nuevas.

—Han nacido un montón de demonios porque acaba de caer la Luna. Las damas del pueblo quieren que usted conozca a sus hijos para ofrecerlos a a la buena voluntad del Rey. ¿Vendrá...?

Borja ignoró a Vanya que yacía sobre el escritorio del Emperador.

Vanya odiaba que lo ignoraran a él y que no fuese así con Isadore...

«¿Por qué será?»

El tic tac del reloj comenzó a transcurrir con fiereza. Vanya sentía que comenzaba a sudar sangre de la desesperación. Isadore peinó su grasiento y lacio cabello negro para poder contestar.

—Diles que las veré mañana. Hoy saldré con Vanya.

Intentó ocultar la sonrisa de satisfacción en su rostro. Por el contrario, dio un salto hacia el suelo y abrazó a Isadore por la espalda, besándolo en la mejilla.

—Gracias por confiar en mi.

Borja ahogó sus palabras y Vanya notó que respiraba con dificultad.

Un rey como ningún otroWhere stories live. Discover now