6. Siempre se ha tratado de ti

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Era un deleite escuchar el crepitar del fuego.

—Sharon, echa más leña —ordenó el Emperador acomodándose su corona, sentado en su gran trono.

—¡Más nada voy a hacer yo!

Vanya apretó los brazos de su silla con sus manos.

—¡Insolente! ¡Aprenderás! —exclamó Vanya a punto de levantarse.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó Stephan entrando al despacho del Rey.

—¡La dichosa emperatriz que nombraste no quiere obedecerme!

—¿Por qué debería? —espetó la emperatriz—. A ti no te faltan brazos. ¡Jum! —Sharon batió su vestido y salió de ahí.

Stephan se peinó el cabello con los dedos y fue hacia la chimenea.

—Es Isadore, ¿no?

—Sí. Le cortamos la cabeza y lo incineramos para que no pueda resucitar.

—Qué pena. —Stephan echó algunas ramas sobre el cuerpo de su hermano—. Se veía confiable cuando lo traté en el club de Madrid.

—Ven aquí —exigió Vanya. Stephan se sentó sobre su regazo, poniendo en contacto pecho con pecho—. Han pasado muchas cosas desde que nos conocimos —recordó acariciando su cabello—. Y todo salió como lo planeamos.

—No, no todo salió como lo planeamos. —Vanya viró los ojos con insolencia. Stephan prosiguió—. La muerte de Borja no estaba en nuestros planes, ni la de los mortales de Madrid. ¿En dónde están sus cuerpos?

—Los vampiros no masticamos carne. Nuestros colmillos succionan la sangre del ser, y éste desaparece por completo porque somos una especie maldita y es esta la que la corrompe.

—¿Y Borja? Ella no era mortal.

—Funciona con toda especie que es víctima de nuestros colmillos, y bueno, excepto de los tuyos y los de Sharon que no fueron malditos por la Luna.

—Pensé que te los habías comido —riñó Stephan.

—Decir que me los comí es una metáfora, pero en fin, el asesino de Isadore falleció, era lo que queríamos.

—Sí, dijeron que fue atentó contra su vida, creo que por... ¿Depresión?

—Eso creo. No tengo idea. Lo encontraron con un montón de píldoras, no soportó la idea de haber asesinado al hombre del que se había enamorado.

El cuello de Stephan era largo y blando.

Su piel era suave, húmeda y caliente.

Olía a incienso, a muerte y a sangre.

—... creo que ya no deberíamos usar a nadie más.

Stephan bufó parloteando.

Y es que no lo escuchaba...

Vanya estaba demasiado ensimismado en su hermosa apariencia.

—Digo, a ningún mortal.

—No creo que haga falta —admitió Vanya dejando sonoros besos en su cuello—. Ahora tengo todo lo que siempre quise.

—¿Disculpa? —Stephan sonrió.

—Sí. Tengo todo un Imperio.

Ambos sonrieron con complicidad.

—¿Y qué más?

—Y a ti. Casi acabo con el mundo por tenerte lejos.

—¿No habías dicho que el amor era la peor de las bazofias; y que Isadore era un imbécil por haberse enamorado de un mortal?

—Lo que yo siento por ti no es amor, Stephan. Es algo mucho peor, es irracional, innecesario. Y yo lo sé... aún así no hay nada que pueda pararme.

Vanya se quitó la corona y se la colocó a Stephan. El pelirrojo sonrió, soberbio.

—Sé que no es amor, porque el amor es débil —continuó Vanya—. Mira a Isadore, mira a su novio; y míranos a nosotros. Somos mucho más fuerte que ellos, y esto es mucho mejor. Amar es pecar, y aunque yo soy un excelente pecador... contigo... tú y yo...

—Somos mucho mejores —repitió Stephan embelesado.

—Esto que nos une no puede ser esa estupidez.

Stephan acercó sus labios a los suyos.

Sus besos siempre sabían a gloria y a infierno...

—Los idiotas de la Asamblea no han rechistado nada más acerca de su jurisdicción. Ellos aceptaron que tu eras el procedente de Isadore al faltar un Galois. Quizás por miedo.

—Quizás por miedo —repitió Vanya con una sonrisa.

—Es mejor ser temido. Y tú estás muy mal de la cabeza.

—Ahm. ¿Y qué fue todo eso lo de la plaza? Todos mis poderes... se duplicaron. Mi corrida fue surreal. Todos los que murieron... ¿Isadore también tenía los mismos poderes?

—Los Galois somos la primera raza de vampiros, por ende, solo nosotros podemos ser los Emperadores del Infierno porque somos muy poderosos y podemos defender al pueblo, no atacarlo... —Stephan ahogó una risa— lastimosamente hemos muerto con el tiempo. Y por supuesto que Isadore tenía poderes, pero no los utilizaba para lo que tú lo utilizas...

—Por eso no hay muchos que acepten mi reinado...

—Después de ese espectáculo ahora te toca ganártelos.

—No soy muy bueno impresionando a las personas, ¿sabes?

—Antes tú estabas solo, sin mí, para poder llevar a cabo el plan. Pero ahora estoy contigo, y yo te voy a enseñar lo que es pensar.

—Ja, ja, ja —rió irónicamente Vanya con sus manos sobre el cuerpo de Stephan.

—En fin, como decía, fuiste tú quien técnicamente asesinó a Isadore y además, eres mi novio, así que ahora eres muy muy poderoso.

—Lo bueno es que ahora puedo estar aquí a tiempo completo. No voy a dejar al Reino solo. Mis viajes en Madrid se han acabado.

—Sí. Aunque lo dejaste vuelto un desastre.

Ambos rieron todavía besándose.

Mordisqueándose.

Saboreándose.

—¿Y tú... —Sus dientes capturando su labio inferior— jamás podrás tener habilidades?

—No —respondió Stephan después de besarlo—, la Luna nos maldice al nacer con habilidades que nos distinguen de los humanos. Y yo nunca fui presentado.

—¿Y por qué no? —preguntó Vanya repartiendo muchísimos besos por su pecosa y preciosa cara.

—No lo sé. Y no me importa ahora. —Stephan acunó el rostro de Vanya entre sus manos—. No has parado de besarme desde que llegué aquí.

—¿Por qué debería? —preguntó Vanya usando el mismo tono de voz que usaba Sharon—. Si se trata de ti, nunca será suficiente.

—Quieres saciarte de mí, ¿no?

—Sí. Sí. Sí.

Vanya asintió muchas veces casi desesperadamente, embriagado por sus deliciosos besos.

—Entonces recuperemos el tiempo perdido.

Y mientras ellos vivían su mundo, la cabeza decapitada e incinerada de Isadore Galois se deshacía por el fuego... quizás derramando lágrimas... si todavía conservara sus ojos.

Un rey como ningún otroWhere stories live. Discover now