7. A traves de mí [18+]

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En la silla del Emperador se hallaban los traicioneros Galois besándose con lentitud, aquellas bocas de filosas lenguas como largas espadas chocándose entre sí, sus labios entremezclados, fusionándose para que fuesen uno; emitiendo perversos sonidos lascivos por toda la habitación.

Stephan intentaba acercarse al cuerpo de su novio, mas le era imposible. Su piel ya era la suya, y los labios de Vanya, que profanaban deliciosamente la sensible piel de su cuello hasta cierto punto le causaban un placer desmedido que lo drogaban. Stephan gemía placentero, pues las uñas de Vanya se colaban en su ser, le hacía derramar sangre y hacerle sentir en la cima del clímax.

Y es que lo suyo siempre fue así, caótico, salvaje, posesivo; como aquella primera vez en un bar cualquiera; ellos, ajenos a la similitud de su naturaleza encontraron el sentido de la propia existencia y la existencia misma del verdadero placer corrompiéndose mutuamente, profanando sus cuerpos, sabiendo entonces, que estaban destinados a llegar al infierno juntos; literalmente.

—Mío —logró decir Vanya excitado por su sabor como si se tratase de un manjar logrando romper en el acto la prenda que cubría los genitales de su pelirrojo amante.

La parte que más disfrutaba era verlo así, jadeante, con una fina capacidad de sudor y sonrojado a más no poder cual mortal coqueto. Y es que su anatomía era tal cual como la de un humano, porque por lo menos, Vanya no sudaba así. Stephan, sin embargo era excepcional en todo sentido; cada cosa que lo caracterizaba era de completa degustación para Vanya.

Vanya recorrió cada ápice del cuerpo de su amante con sus filosas uñas negras y sus ojos no tardaron en adquirir el mismo color.

El demonio del interior de Vanya, aquel que los instaba a pecar, que disfrutaba ser avaro, que era pequeño airoso y perezoso insaciable, que sabía que las pertenencias de otros le pertenecían más a él por ser tan superior; el lujurioso demonio que era tan débil ante Stephan; comenzaba a resurgir y dejarse ver tal cual era, dejando así al hermano del ex Emperador como el primer vampiro que conoció al actual rey en todas sus facetas.

El rey apartó el cuerpo de su amante de su regazo y lo colocó sobre su escritorio, logrando quitarse mutuamente sus indumentarias. Stephan se apoyó de sus codos esperando que durante el acto carnal la corona no pudiera caerse de su cabeza. Y fue así como entonces, Stephan después de colocar su mano en su nuca se vió obligado a abrir su boca lo más que pudo, pues la virilidad de Vanya había irrumpido en su trémula entrada. El vaivén enloquecido y la fricción de pieles no tardaron en llegar. Entre el crepitar del fuego dejándose escuchar junto con sus gemidos; la mirada aristócrata de Vanya, ligado a esa típica tez gélida, se encontró con la suya.

Y encontró la plenitud de su corrompida y fétida alma sobre aquella alma también fragmentada. Vanya supo el significado de la insatisfacción durante su ausencia. Lo supo cuando se miraron, jurándose una obsesión perenne el uno hacia el otro hasta la eternidad.

Las piernas de Stephan, envueltas en la cadera de su igual, perdieron fuerza con cada fuerte y agresiva estocada, cayendo paulatinamente hacia el suelo, agotadas, mas el hombre encima de él las cogió antes de que se pudieran caer por completo, abriéndolas más y dándose más acceso para acelerar sus frenéticas embestidas.

Stephan no sabría nunca que Vanya siempre estuvo al tanto de que nunca fue presentado a la Luna maldita y que cualquiera que fuere su cónyuge obtendría el poder que a él se le negó al nacer. Vanya pues, un civil como cualquiera y un inteligente y audaz huérfano fue acobijado por el buen samaritano y rey Isadore Galois, siendo así como intencionalmente se conocieron.

El despiadado vampiro localizó a Stephan en el mundo mortal, sabiendo que este había sido exiliado y lo enamoró.

¿O debería decir que se enamoraron?

Vanya sabía el poder que obtendría siendo un Galois, perteneciendo por fin a la familia real, tuvo que preguntarle antes para no levantar sospechas porque su novio era intuitivo e inteligente. Con sus poderes naturales, Vanya jamás iba a ser respetado, mas ahora, nadie lo ignoraría o lo minimizaría. Jamás pasaría hambre o calamidad. Lo que le sucedió a Isadore fue necesario. Isadore tenía que morir de cualquier manera y Vanya agradecía profundamente aunque lo sentía en lo más íntimo de su ser, como si pudiera percibir lo muy iracundo y triste que se encontraba. Vanya podía sentir la tristeza de su alma, pues él se alimentaba de cada poder, recuerdo y sabiduría de los antiguos Emperadores para alcanzar la Excelencia.

Isadore... deseaba la venganza; se sentía traicionado... con el alma partida y enamorado locamente del mortal. Pero era un precio inferior a todo lo que logró Vanya. El poder.

Vanya seguía sin entender el porque de las acciones benevolentes y con faltas de astucia por parte de Isadore, pues el siempre tuvo claro su objetivo: el poder, la autoridad. "¿Qué más buscaba Isadore sino era el ver como todos bajan sus cabezas cuando lo ven? Todo un infierno para él. Nunca lo podrá llamar: igual"

A partir de ahora era por el que tienen que velar cada día de sus miserables vidas. Era un hecho irrefutable: Vanya ahora si lo tenía todo y lo más importante era que tenía a Stephan. El libido que Stephan despertaba en él no lo podía ocultar. Él era único que lo llevaba a lo más álgido de la pasión, su único deseo, su única lujuria.

—Tuyo —juró Stephan. Y es que eso que sentían el uno por el otro no era amor. El amor era débil.

Lo suyo era lujuria.

Una lujuriosa atracción persistente a pesar de su comportamiento veleidoso. Un deseo vehemente perpetuo que no se quebrantaría jamás sino con la muerte.

—¿Re-recuerdas, novio mío —logró decir Stephan sintiendo las continuas estocadas—, cuál tuvo que haber sido mi habilidad como vampiro?

Vanya sonrió.

FIN

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⏰ Última actualización: Feb 19, 2023 ⏰

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