14

1.8K 56 2
                                    

Sabiamente no se  mueve para tocarme. Mi mente hierve con preguntas sin responder. ¿Confesará la señorita Evasiva?

—¿Lo usabas para llevar a tus sumisas ahí? —chasqueo.

—Algunas de ellas, sí —dice calmadamente, su tono cortante.

—¿inma ?

—Sí.

—El lugar se ve muy nuevo.

—Fue renovado recientemente.

—Ya veo. Entonces la Sra. Robinson conoce a todas tus sumisas.

—Sí.

—¿Saben ellas acerca de ella?

—No. Ninguna de ellas lo hizo. Solo tú.

—Pero yo no soy tu sumisa.

—No, definitivamente no lo eres.

Me detengo y la encaro. Sus ojos están muy abiertos, temerosos. Sus labios están presionados en una dura e inflexible línea.

—¿Puedes ver cuán jodido es esto? —Levanto la mirada hacia ella, mi voz es baja.

—Sí. Perdóname. —Y tiene la gracia de parecer contrito.

—Quiero tener mi corte de cabello, preferiblemente en algún lugar donde no hayas follado al personal o la clientela.

Ella se estremece.

—Ahora, si me disculpas.

—No estás corriendo. ¿O sí? —pregunta.

—no, sólo quiero un maldito corte de cabello. Algún lugar en donde pueda cerrar mis ojos, tener alguien que lave mi cabello, y olvidar todo este equipaje que te
acompaña.

Pasa una mano por su cabello.

—Puedo hacer que Franco venga al departamento o al tuyo —dice calmadamente.

—Ella es muy atractiva.

Ella parpadea.

—Sí, lo es.

—¿Sigue casada?

—No. Se divorció hace cerca de cinco años.

—¿Por qué no estás con ella?

—Porque se acabó lo que hubo entre nosotras. Te lo dije. —Su frente se arruga repentinamente. Alzando un dedo, pesca su móvil  del bolsillo de su chaqueta.

Debe haber vibrado porque no oí el timbre.

—Welch —chasquea, entonces escucha.

Estamos paradas en la Segunda Avenida, miro fijamente en dirección al retoño de árbol frente a mí, que lleva el verde más
nuevo. La bulliciosa gente nos pasa, perdidos en sus quehaceres de la mañana del sábado.

Sin duda contemplando sus propios dramas personales. Me pregunto si incluyen acosadoras ex sumisas, deslumbrantes ex dominantes, y una mujer que no se rige por el concepto de privacidad bajo las leyes de España .

—¿Muerto en un accidente de auto? ¿Cuándo? —Vanesa interrumpe mi
ensimismamiento.

Oh no. ¿Quién? Escucho más de cerca.

—Esa es la segunda vez que el bastardo está siendo inaccesible. El debería saber. ¿Es que no tiene ningún sentimiento por ella? —Vanesa sacude su cabeza con disgusto—. Esto comienza a tener sentido… no… explica el por qué, pero no el dónde. —Vanesa  mira alrededor de nosotras como si buscara algo, y me encuentro a mí misma reflejando sus acciones. Nada capta mi mirada. Solo hay
compradores, el tráfico y los árboles.

... MÁS OSCURAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora