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—Soy la misma, Mónica . Te amo y te necesito. Tócame. Por favor. —Frota su nariz contra la mía, y su silenciosa y sincera súplica me derrite.

La toco. La toco mientras hacemos el amor. Oh mi…

Se coloca sobre mí, mirándome, y en la penumbra de la tenue luz de la mesita, puedo ver que está esperando, esperando mi decisión, y ella está atrapado en mi
hechizo.

Tentativamente coloco mi mano en su pecho, a la altura de su corazón. Jadea y cierra los ojos como si le doliera, pero no quita mi mano esta vez. La muevo hacia arriba a sus hombros, sintiendo el temblor atravesándola. Gruñe, y la acerco más a mí, colocando ambas manos en su espalda, donde nunca ha sido tocada antes, en sus omóplatos, sosteniéndola hacia mí. Su gemido estrangulado me excita como
nada más.

Entierra su cabeza en mi cuello, besando y chupando y mordiéndome hasta llevar su nariz hasta mi barbilla y besarme, su lengua poseyendo mi boca, sus manos
moviéndose por mi cuerpo una vez más. Sus labios se mueven hacia abajo, y más abajo a mis pechos, adorándolos mientras mis manos van y se quedan en sus hombros y espalda, disfrutando la flexibilidad y la curvatura de sus esta , su piel aún húmeda por las pesadillas. Sus labios se cierran en mi pezón, tirando y apretando, por lo que se hincha para encontrar las gloriosas habilidades de su boca.
Gimo y paso mis uñas por su espalda. Y ella jadea, un gemido estrangulado.

—Oh, joder Moni —dice ahogadamente, y es mitad grito, mitad gruñido.

Llega hasta mi corazón, pero también profundamente, aprieta todos los músculos por
debajo de mi cintura. ¡Oh, que puedo hacer por ella! Mi Diosa interior se está retorciendo con deseo, y ahora estoy jadeando, igualando su torturada respiración con la mía.

Sus manos viajan al sur, sobre mi vientre, hasta mi sexo, y sus dedos están en mí, y luego dentro de mí. Gruño mientras mueve sus dedos en mi interior, y levanto mi
pelvis para ir al encuentro de su toque.

—mon —dice. De pronto me suelta y me sienta, se saca las bragas y se inclina sobre la mesita de luz para agarrar su juguete y un papel de aluminio . Sus ojos verdes están encendidos mientras me pasa el condón—. ¿Quieres esto? Aún puedes decir que no. Siempre puedes decir no —murmura.

—No me des la oportunidad de pensarlo Vanesa. También te quiero. —Rasgo el paquete con los dientes y me arrodillo entre sus piernas, y con temblorosos dedos deslizo el condon en el arnés, pasando después mi dedo por su sexo húmedo.
Saque de allí mi dedo mojado de sus fluidos y lo chupé.

—Con cuidado —dice—. Me vas a acobardar Mónica.

Me maravillo de lo que le puedo hacer a esta mujer con mi toque, con mis movimientos . Se extendió
sobre mí, y por ahora mis dudas fueron alejadas y miré hacia la oscuridad, temibles profundidades en mi mente. Estoy intoxicada con esta mujer , mi chica, mi Cincuenta sombras. Se voltea de pronto tomándome totalmente por
sorpresa, así que estoy encima de ella. Whoa.

—Tú, hazlo —murmura, sus ojos brillando con una feroz intensidad.

Oh, mi… lentamente, oh, tan lentamente, me hundo en el arnés . Tira su cabeza hacia atrás y cierra los ojos mientras gime.

Agarro sus manos y comienzo a moverme, disfrutando de la plenitud de mi posesión, disfrutando de su reacción, viéndola desenmarañarse debajo de mí. Me siento como una diosa. Me inclino hacia abajo y
beso su barbilla, pasando mis dientes a lo largo de su mandíbula .

Sabe delicioso. Clava sus manos en mis caderas, y ralentiza mi ritmo, lento y fácil.

—Mon tócame… por favor

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