62

1.4K 58 7
                                    

Maratón (1/5)

—Sólo estoy pensando en el trabajo.

—Nena, estarás bien. Confía en mí. —Vanesa sonríe.

—Por favor, no interfieras, quiero hacer esto por mi cuenta. Vane, por favor. Es importante para mí —le digo con el mayor cuidado que puedo. No quiero discutir.

Su boca se pone una vez más en una línea obstinada dura, y creo que me va a regañar otra vez.

Oh, no.

—No vamos a discutir, vane. Hemos tenido una mañana maravillosa. Y
anoche fue… —Me fallan las palabras, anoche fue—: El cielo.

Ella no dice nada. Miro hacia vane y sus ojos están cerrados.

—Sí. El cielo —dice en voz baja—. Yo quería decir lo que dije.

—¿Qué?

—No quiero dejarte ir.

—No quiero irme.

Sonríe y es esta nueva, sonrisa tímida que disuelve todo a su paso. Chica, es poderosa.

—Bien —dice simplemente, y se relaja visiblemente.

Conduzco en el estacionamiento a media cuadra de AIPS.

—Te acompañaré al trabajo. Sole me va a llevar a partir de ahí —ofrece Vanesa.

Bajo del auto, limitada por la falda de tubo, mientras que Vanesa sube con gracia, a gusto con su cuerpo o dando la impresión de alguien a gusto con su
cuerpo. Hmm… alguien que no puede tolerar que la toquen, no puede ser eso con facilidad. Frunzo el ceño en mi pensamiento errante.

—No se te olvide que estaremos viendo a Flynn a las siete de esta tarde —dice mientras extiende la mano hacía mí. Presiono el bloqueo de puertas a distancia y
tomo su mano.

—No lo olvidaré. Voy a compilar una lista de preguntas para él.

—¿Preguntas? ¿Acerca de mí?

Asiento con la cabeza.

—Yo puedo responder a cualquier pregunta que tengas sobre mí. —Vanesa se ve ofendida.

Le sonrío.

—Sí, pero quiero la cara opinión imparcial del charlatán.

Ella frunce el ceño y de repente me tira en sus brazos, sosteniendo ambas manos fuertemente detrás de mi espalda.

—¿Es esto una buena idea? —dice, su voz baja y ronca. Me inclino hacia atrás para ver la ansiedad que se avecina grande y ancha en sus ojos. Desgarra mi alma.

—Si no quieres, no iré. —La miro, parpadeando, con ganas de acariciar la preocupación de su rostro. Tiro de una de mis manos y la libero. Le toco la mejilla con ternura, su piel es suave y perfecta.

—¿Qué te preocupa? —le pregunto, mi voz suave y tranquilizadora.

—Que te vayas.

—Vanesa , cuántas veces tengo que decírtelo, no voy a ninguna parte. Ya me has contado lo peor. No voy a dejarte.

—¿Entonces por qué no me has respondido?

—¿Responderte? —murmuro falsamente.

—Sabes de qué estoy hablando, Mónica .

Suspiro.

—Quiero saber que soy suficiente para ti, Vanesa. Eso es todo.

—¿Y no tomarás mi palabra para ello? —dice exasperada,liberándome.

... MÁS OSCURAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora