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¡Guau! ¿Qué? Parpadeo hacia ella . No está sonriendo, está mortalmente seria. Cada músculo debajo de mi cintura se tensa. Le doy mi copa de champán, giro bruscamente en mis talones, y me dirijo hacia el baño.

¡Mierda! ¿Qué va hacer? Quizás el nombre de este club es muy apropiado.

Los baños están a la altura del diseño moderno, todo de madera oscura, granito negro y focos de luz de halógenos estratégicamente colocados. En la intimidad del
cubículo, sonrío burlonamente cuando me despojo de mi ropa interior. De nuevo agradezco haberme cambiado por el vestido azul marino. Pensé que era el atuendo adecuado para cumplir con el buen Dr. Flynn, no había esperado que la tarde
tomara este inesperado curso.

Ya me estoy emocionando. ¿Por qué ella me afecta así? Lamento un poco la facilidad con la que caigo bajo su hechizo. Ahora sé que no pasaremos la tarde hablando de
todos nuestros problemas y recientes acontecimientos… ¿pero cómo puedo resistirme a ella ?

Comprobando mi apariencia en el espejo, mi mirada se ilumina y me ruborizo con excitación. Cuestión de dejarse llevar.

Respiro profundamente y me encamino de regreso al club. Quiero decir, no es como si no hubiera ido nunca sin bragas antes. Mi Diosa interior se cubre con una
suave boa de plumas rosa y diamantes, pavoneándose con ella entre su coño y mis zapatos.

Vanesa se encuentra sentada educadamente cuando regreso a la mesa, con expresión inescrutable. Se le ve perfecta, atractiva, tranquila, y serena. Claro, que
ahora conozco la diferencia.

—Siéntate a mi lado —dice. Me deslizo en el asiento y ella se sienta—. He ordenado
para ti. Espero que no te importe. —Me devuelve mi copa medio acabada de champán, mirándome intensamente y bajo su escrutinio, mi sangre calienta nuevamente.

Ella descansa sus manos sobre sus muslos. Y me tenso y abro mis
piernas ligeramente, mientras yo pedía que me tocara más cerca.

El camarero llega con un plato de ostras en hielo picado. Ostras. El recuerdo de nosotras dos en el comedor privado del hotel llena mi mente. Estábamos
discutiendo su contrato. Oh . Desde entonces hemos recorrido un largo
camino.

—Creo que te gustaron las ostras última vez que las probaste. —Su voz es seductoramente, baja.

—Sólo las he probado una vez hace tiempo —murmuro, con voz entrecortada.

Sus labios se contraen bruscamente con una sonrisa.

—Ah, Srta. Carrillo ... ¿cuándo aprenderás? —Reflexiona.

Ella toma una ostra del plato y levanta su otra mano de su muslo. Yo retrocedo con
expectación, pero ella alcanza una rodaja de limón.

—¿Aprender qué? —pregunto. ¡Dios, mi pulso está acelerado! Sus dedos largos, experimentados exprimen suavemente el limón sobre el marisco.

—Come —dice, sosteniendo la concha cerca de mi boca. Yo abro mis labios, y ella pone la concha suavemente en mi labio inferior—. Inclina la cabeza hacia atrás
despacio —murmura.

Lo hago como me pide y la ostra se desliza por mi garganta. Ella no me toca sólo a la concha.

Vanesa toma una para ella , y luego me da otra a mí. Nosotras continuamos esta tortuosa rutina hasta que toda la docena desaparece. Su piel nunca conecta con la mía. Está haciéndome enloquecer.

—¿Todavía te gustan las ostras? —pregunta cuando trago la última.

Asiento con la cabeza, enrojecida, anhelando su toque.

—Bueno.

Me muevo en mi asiento. ¿Por qué esto está tan excitante?

Ella pone su mano casualmente en su propio muslo nuevamente, y yo me derrito. Mueve un poco sus manos y veo que saca algo. ¡Mierda sus bragas!

-toma, para ti- susurra dejándolas en mis manos.

Las aprieto en mis manos, mientras las miro, son diminutas. Las guardo suavemente en los bolsillos de mi vestido.

Ahora. Por favor. Tócame. Mi Diosa interior está de rodillas, desnuda, excepto por sus bragas… mendigando.

Ella mueve su mano arriba y abajo de su muslo, la levanta, luego vuelve a colocarla donde estaba .

El camarero vuelve a llenar nuestras copas de Champán y de inmediato retira
nuestros platos. Momentos más tarde regresa con nuestro plato principal, lubina… —¡no puedo creerlo!— servida con una salsa holandesa, espárragos y patatas salteadas.

—¿Unos de tus platos favoritos, Martín ?

—Definitivamente. Aunque creo que era bacalao en el hotel. —Su
mano se mueve en su muslo de arriba abajo. Mi respiración pincha, pero aun así no me toca.

Es muy frustrante. Trato de concentrarme en nuestra conversación.

—Me parece recordar que estábamos en un comedor privado, discutiendo los contratos.

—Días felices —dice, sonriendo burlonamente—. Esta vez espero conseguir follar contigo. —ella mueve su mano para recoger su cuchillo.

¡Argh!

toma un bocado de su lubina. Lo está haciendo a propósito.

—No cuentes con ello —murmuro con un mohín y ella me mira, divertida—. Hablando de contratos —agrego—. El CDC.

—Rómpelo —dice simplemente.

¡Vaya!

—¿Qué? ¿En serio?

—Sí.

—¿Estás segura de que no me voy a correr a algun canal de tv con una revelación? — bromeo.

Ella se ríe y es un sonido maravilloso. Parece tan joven.

—No. Confío en ti. Te voy a dar el beneficio de la duda.

Oh. Le sonrío tímidamente.

—Lo mismo —dejo escapar.

Sus ojos se iluminan.

—Estoy muy contenta de que estás usando un vestido —murmura. Y bam, el deseo recorre mi sangre ya sobrecalentada.

—¿Por qué no me has tocado, entonces? —siseo.

—¿Extrañando mi tacto? —pregunta con una sonrisa. Se ha divertido... La hija de puta.

—Sí —me enfurezco.

—Come —ordena.

—No vas a tocarme, ¿verdad?

—No. —Niega con la cabeza.

¿Qué? Jadeo en voz alta.

—Sólo imagina cómo te sentirás cuando estemos en casa —susurra—. No puedo esperar para llevarte a casa.

—Será tu culpa si hago combustión aquí en el piso 76 —murmuro con los dientes apretados.

—Oh, Mónica . Encontraremos una manera de apagar el fuego —dice, sonriendo escabrosamente hacia mí.

Echando humo, excavo en mi lubina, y mi Diosa interior entrecierra los ojos en silenciosa, y tortuosa contemplación. También podemos jugar este juego. Aprendí
lo básico durante nuestra comida en el hotel . Tomo un bocado de mi lubina.

Se derrite en la boca, delicioso. Cierro mis ojos, saboreando . Cuando los abro, empiezo mi seducción a Vanesa Martín , levantando muy lentamente mi
falda, dejando al descubierto más de mis muslos.

... MÁS OSCURAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora