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Sigo con los labios apretados mientras contengo la respiración.

Remueve la tapa de la caja y saca una pequeña tarjeta. El resto del contenido está envuelto en papel tisú. Abre la tarjeta, y sus ojos se oscurecen rápidamente hacia
los míos; abriéndose con shock o sorpresa. Simplemente no lo sé.

—¿Hacer cosas rudas contigo? —murmura. Asiento y trago.

Inclina su cabeza a un lado con cautela, evaluando mi reacción, y frunce el ceño. Entonces vuelve su atención de regreso a la caja. Desgarra a través del papel tisú azul pálido y saca
una máscara de ojos, algunas pinzas para pezones, un tapón anal, su iPad, su corbata gris-plata; y por último pero no menos importante, las llaves de su sala de
juegos.

Me observa, su expresión oscura, ilegible. Oh mierda. ¿Es un mal movimiento?

—¿Quieres jugar? —pregunta suavemente.

—Sí —suspiro.

—¿Por mi cumpleaños?

—Sí. —¿Puede sonar mi voz más pequeña?

Una miríada de emociones cruza su rostro, ninguna de las cuales puedo situar, pero se decide por ansiosa. Hmm… No exactamente la reacción que esperaba.

—¿Estás segura? —pregunta.

—No los látigos y esas cosas.

—Lo entiendo.

—Sí, entonces. Estoy segura.

Sacude se cabeza y mira hacia abajo al contenido de la caja.

—Sexo loco e insaciable. Bien, creo que podemos hacer algo con este lote — murmura casi para sí misma , entonces pone el contenido de regreso en la caja.

Cuando me mira otra vez, su expresión ha cambiado completamente. Cielo santo,
sus ojos verdes queman, y su boca se eleva en una sonrisa lenta y erótica. Extiende su mano—. Ahora —dice, y no es una petición.

Mi vientre se contrae, apretado y duro, profundo, profundamente abajo.

Pongo mi mano en la suya.

—Ven —ordena, y la sigo fuera de la habitación, mi corazón en mi boca.

Deseo corriendo espeso y caliente a través de mi sangre y mi interior se aprieta con hambrienta anticipación. Mi Diosa interior se levanta alrededor de su chaise
longue. ¡Finalmente!

Vanesa detiene fuera de la sala de juegos.

—¿Estás segura de esto? —pregunta, sin embargo, su mirada se calienta ansiosa.

—Sí —murmuro, sonriendo tímidamente hacia ella .

Sus ojos se ablandan.

—¿Hay alguna cosa que no quieres hacer?

Estoy confusa por su inesperada pregunta, y mi mente va a toda marcha. Un pensamiento se me ocurre.

—No quiero que tomes fotos de mí.

Ella permanece quieta, y su expresión se endurece cuando ladea la cabeza hacia un lado y me mira especulativamente.

Oh, mierda. Creo que me va a preguntar por qué, pero afortunadamente no lo hace.

—Está bien —murmura. Frunce el ceño mientras abre la puerta, luego se para a un lado para darme paso a la habitación. Siento sus ojos en mí cuando me sigue
dentro y cierra la puerta.

Colocando la caja de regalo en la cómoda, saca el iPad, lo enciende, y entonces se mueve hasta el centro de música en la pared de modo que las puertas de cristal
ahumado se abren deslizándose silenciosamente. Aprieta algunos botones, y después de un momento, el sonido de un tren subterráneo hace eco por la habitación.

... MÁS OSCURAS Where stories live. Discover now