4 - No me dejes

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Sanem

Como en un trance poco después me encuentro siguiendo a Yigit fuera de la agencia, me siento completamente a merced de unos acontecimientos que apenas puedo entender y afrontar, estúpidamente acepté ir a Izmir con él, pero ahora mismo lo único que quiero es esconderme bajo las sábanas de mi habitación y dar rienda suelta a todas las lágrimas que me apremian desde que Can me dio la espalda y se fue.

Durante todo el camino al aeropuerto no puedo hacer otra cosa que pensar en todas las veces que nos habíamos hecho grandes promesas. En un instante mi mente me lleva a la vieja casa abandonada donde de pequeña me refugiaba y escribía y en la que había escondido un mensaje para mi futuro albatros. Todavía puedo oír su voz cuando me susurró con la boca: creo que nunca deberíamos dejarnos.

Esa fue una de las cientos de veces que dijo que estaríamos juntos para siempre y entonces nos veo en la cabaña románticamente preparados para la propuesta de matrimonio más poética posible y de nuevo me parece escuchar sus palabras - Hasta el final de la vida no quiero que mis ojos se separen de los tuyos y mi aliento se separe del tuyo, ¿quieres casarte conmigo? -

¿Cómo pudo después de todo esto llegar a decir, a la primera dificultad que encontró nuestra relación, que se acabó para siempre entre nosotros?
¿Cómo pudo darme la espalda sin dudarlo y esperar una nueva vida sin nosotros?

Me bajo del taxi en el aeropuerto perdido en estas elucubraciones, no puedo creer que sea posible que haya sucedido realmente. Arrastro el carrito siguiendo a Yigit sin darme cuenta de lo que hago, mi mente sigue con sus palabras "Hoşçakal, adiós" y con la imagen de él atravesando esa puerta dejándome atrás sin dudarlo.

Sigo a Yigit ajeno a todo lo que me rodea, es la primera vez que cojo un avión y ahora mismo debería estar lleno de emoción por la mera idea, pero me hubiera gustado vivir esta experiencia con Can, me prometió que me presentaría el mundo y en cambio se fue a explorarlo sin mí.

Sacudo la cabeza incapaz de aceptar que esto ha sucedido realmente, que todo esto no es una terrible pesadilla de la que pronto despertaré y le encontraré a mi lado, dispuesto a tomarme en sus brazos como ha hecho millones de veces antes.

Después de todos los trámites de facturación, Yigit me abre paso en una gran sala de espera, se sienta en una silla cerca de una enorme ventana que divide esta zona de la vecina, supongo que debe ser la reservada para los vuelos internacionales. Me hace una señal para que me siente a su lado, yo obedezco mecánicamente continuando sin poder hacer nada más que pensar en sus palabras -Hoşçakal, adiós- un adiós susurrado que ahora grita continuamente en mi mente.

Recorro distraídamente la habitación y luego atravieso la enorme ventana de cristal hasta la zona adyacente, donde una mancha de color azul eléctrico llama mi atención, me levanto incrédula. Es él, se levanta de la pequeña silla en la que está sentado y junto con Polen se dirige hacia la puerta, una vez más no puedo ver nada más que su espalda mientras me deja.

Camino frenéticamente a lo largo de la cristalera hasta el punto extremo en el que acaba uniéndose en ángulo con la que da a las pistas de aterrizaje de abajo, le veo entregar sus documentos y asentir en señal de agradecimiento hacia la azafata que les indica que procedan al embarque. Polen le dice algo y Can se vuelve hacia ella sonriendo... esta es la última imagen que tengo de él antes de que desaparezca en el puente de embarque móvil que le llevará desde la puerta de embarque directamente a bordo del avión que veo de pie justo debajo de la ventana de cristal frente a mí.

No sé por qué, pero esta imagen fugaz de su marcha consigue impactarme de una manera que no creía posible, quizá porque no esperaba volver a verlo, quizá porque simplemente tengo la realidad de que se va con esa mujer sonriéndole como solía hacer conmigo, quizá porque esta situación me ha puesto frente a la realidad de su decisión final de darme la espalda para siempre.

Puse la mano en la ventana como si quisiera .... no sé, tal vez tocarlo, detenerlo, pedirle perdón, pedirle que no me deje, que se quede a mi lado y no se vaya nunca más.

Después de un tiempo interminable en el que sentí que no podía ni respirar, veo a través de mis lágrimas que el muelle de embarque móvil se retira lentamente mientras el avión que lleva mi posesión más preciada, mi corazón y toda mi vida, se mueve lentamente para tomar posición en la pista.
Sigo entre los sollozos que ahora soy incapaz de controlar su aceleración gradual, cuando las ruedas dejan el suelo me siento morir, me doy cuenta de que no puedo hacerlo, no puedo aceptar lo que está pasando y ciertamente no puedo irme. Me alejo del cristal, cojo mi carrito y con un suave -no puedo hacerlo- a Yigit me dirijo en una carrera desesperada hacia la salida del aeropuerto en busca de un taxi que me lleve de vuelta a casa.

En un rincón de mi mente me arrepiento de haber creado incomodidad a los planes de Yigit pero realmente no puedo hacer nada en este momento más que volver a casa e intentar afrontar la realidad que a partir de ahora tendré delante, ya no hay más nosotros, probablemente no volveré a verle, tendré que encontrar la manera de seguir viviendo una existencia que no sé si merecerá la pena volver a vivir.

Una existencia sin él...

El viaje del albatrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora