- Capitulo 51 -

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Cinco meses, el tiempo ha pasado ya.

Hacia tanto que se habían visto por última vez. Aún en las noches más duras ella soñaba con esos encuentros, con su voz, con sus caricias. A veces en sus sueños solo estaba ella de pie en el jardín de Neverland, mirando hacia el horizonte mientras la brisa rebelde de la mañana le alborotaba el cabello, escuchando de fondo unas risas de alegría, podría reconocerlas si se esforzaba un poco, pero, aunque lo intentaba era inútil. Cuando volteaba a sus espaldas queriendo saber de quienes eran las risas todo se volvía negro, y entonces despertaba en la soledad de su habitación. Era cuando notaba las lágrimas en su rostro y la almohada mojada.

Se levantaba de madrugada. Solo tomaba agua, sin apetito, a pesar de que ya estaba cursando el mes de embarazo donde los antojos eran más frecuentes. Salía al balcón, buscando un respiro y observaba la ciudad despierta, a pesar de ser la madrugada. Veía a los transeúntes, las limusinas, los carteles de hotel con sus luces de neón, y los edificios altos cubriendo el cielo estrellado. El bebé comenzaba a moverse, inquieto, una, dos pataditas. Ella soltaba una risita de ternura que pronto se convertía en llanto y regresaba a la habitación, se acostaba y se quedaba despierta, sin poder volver a conciliar el sueño por miedo de verlo de nuevo a él, y esperaba a que amaneciera pronto.

Durante el día se mantenía haciendo esto y aquello. A veces los dolores la obligaban a quedarse quieta, pero cuando le era posible, trataba de mantenerse en movimiento. A pesar de su estado y su tristeza, había una parte racional que la obligaba a levantarse de la cama y hacer las cosas bien, aunque no quisiera, como alimentarse y tomar aire fresco. A veces pensaba que era el bebé, siendo esa fuerza que ella no tenia, salvándola de su propia miseria.

Ese día debía ir a hacerse los controles debidos del nuevo mes de embarazo. La verdad era que en el fondo no lo asimilaba bien aún, ella siempre había dicho que le gustaría tener más hijos porque sentía que era lo único bien que había hecho en su vida. Lo más hermoso y puro. Pero con este bebe la situación era distinta, porque su padre era un hombre diferente al resto, y eso lo volvía complicado. No solo eso, sino la relación que ahora tenían los dos: ninguna. Entonces... ¿cómo esperaba llegar y decirle que iban a ser padres, así como así? No podía, no tenía el valor. Y se sentía pésima por ello, porque sabía que Michael tenía derecho a saberlo. Pero el miedo y la incertidumbre se apoderaban de ella. Michael ya no la amaba, eso estaba claro, ¿Cómo reaccionaría cuando supiera que tendrían un hijo? ¿Se lo quitaría? ¿La llevaría a la corte por la custodia del bebé? ¿La odiaría? ¿Le creería cuando le dijera que era su hijo?

Como fuera, ella estaba tan débil y vulnerable que no quería lidiar con eso ahora, y tal vez dentro de unos meses tampoco. No se sentía capaz de enfrentarlo. Y sabía que, si él quería al niño e iban a juicio, él ganaría sin dudas. No solo porque él fuera Michael Jackson, el Rey del Pop, sino porque los antecedentes de ella no la iban a dejar de víctima. Viéndolo así, para Venice, tenía sentido si mantenía el embarazo en el anonimato. Al menos hasta que el bebé naciera, y tal vez... incluso después de eso. Casi nadie lo sabía, estaba segura de que Steve no iría a contárselo a Michael después de todo lo sucedido, y Frank, con tal de que ellos no volvieran a estar juntos, lo mantendría bajo siete llaves, eso era seguro.

Llegó al consultorio. La doctora Nancy encendió el ecógrafo mientras Venice permanecía acostada en la camilla, con la mirada temerosa en la pantalla de la máquina, esperando ver a su pequeño.

—El bebé aparecerá por aquí —le indicó, señalando un punto en la pantalla. Venice asintió, y la doctora deslizó el transductor sobre el vientre de ella.

Entonces lo vio, era realmente la segunda vez que lo hacía a través de estas ecografías, pero la emoción seguía siendo la misma a la primera vez. Las lágrimas se acumularon en sus ojos azules mientras observaba la pequeña cosita que era el bebé. Sus bracitos, su cabeza, las piernitas. Sonrió alegre cuando se escucharon sus latidos, sanos, normales.

Tuya, Por Hoy ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora