- Capítulo 21 -

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Venice se arrepintió de algo en cuanto recibió el mensaje de Michael: haberle dado su número de celular. Sabía que se le complicaría aún más tratar de esconderlo de Steve o de los niños. Pero no pudo evitar sonreír al leerlo:

Kenshon Boulevard, calle 1563, departamento 122.

¿Rosas o vino?
Te espero.

-MJ.

Habían acordado el día y la hora la última vez que se vieron, cuando Michael le había entregado la llave. Y ella su número telefónico. Allí estaba, estacionada en el Boulevard Kenshon, frente al edificio donde él ya la estaba esperando.

Tenía el celular en la mano, apunto de escribirle una respuesta. Si ella entraba al departamento con él, las cosas ya no iban a volver a ser iguales. Era consciente de eso, pero... estaba asustada. No sabía que quería, solo buscaba ser feliz de una vez por todas. Y Michael era perfecto para eso, él la hacía feliz. Pero ella lo estaba engañando, lo había enamorado con mentiras, era una relación falsa la que tenían por culpa de ella. Una relación que simplemente no se debió dar.

Pensó en escribirle que no iría y desaparecer cuanto antes de la vida de Michael. De todas formas, no iba a tener manera de buscarla. Pensó en que era lo mejor, irse, acabar con la farsa. Michael no se merecía ser traicionado así. Pero no se fue, él estaba metido en sus entrañas, ya era tarde. Y nunca había sido una mujer de tomar decisiones razonables. Por eso estaba ahí.

Volvió a apagar el motor del Mercedes, decidida. Se colocó sus gafas oscuras de sol, tomó su bolso y bajó. Aseguró el auto y cruzo hacia la acera de enfrente. Cuando entró en el edificio, la recepción estaba vacía, en silencio absoluto. Solamente vio al portero del edifico durmiéndose en una postura incomoda, sentado detrás del escritorio. Era una zona ordinaria de Los Ángeles, poco conocida. El edificio era de clase media baja, no tenía más de siete pisos y el ascensor no funcionaba. Por esas razones es que Michael lo había adquirido. ¿Quién iba a creer que Michael Jackson solía pasar algunas noches ahí?

Subió las escaleras hasta pararse frente a la puerta blanca con el número de departamento 122. Antes de golpear, revisó que hubiera dejado su teléfono y el anillo en la gaveta del auto, bien guardados. Estaba nerviosa, no supo bien por qué, pero si se trataba de Michael, siempre lograba inquietarla de una manera placentera. Se acomodó el vestido, uno blanco corto de raso. Un collar y el cabello suelto, con sandalias sin taco. Sencilla y hermosa, con su característico estilo de actriz de cine de los años cincuenta. Cuando se sintió lista, golpeó, pero nadie le atendió. Volvió a insistir. Tal vez Michael aún no llegaba, y entonces recordó que ella tenía llave. Se sintió ridícula, extraña, nerviosa, mientras buscaba en su bolso la copia de la llave. Entonces la puerta se abrió.

Casi que pegó un salto hacia atrás, no había notado que tenía el corazón tan acelerado. Dios mío... ¿podía ser más guapo ese hombre? Incluso luciendo casual para sin tanto esfuerzo le descontrolaba la respiración. Michael se afirmó con una mano en el marco de la puerta y con la otra sostenía la puerta, con su mirada fija en ella. Sonrió.

—Te estaba esperando —saludó, sin poder evitar morderse el labio inferior.

Venice sonrió más relajada con sólo ver su sonrisa. Y todos los nervios desaparecieron de golpe.

—¿Pasas? —preguntó irónico, haciéndose a un lado. Venice reaccionó, asistiendo. Él le cedió el paso.

El departamento por dentro parecía ser ajeno a su entorno. Michael lo había decorado a su manera, con cuadros de arte, acabados de caoba, un tocadiscos estaba cerca de la ventana, dos juegos de sillones, alfombras de terciopelo sobre el pasillo que llevaban a la habitación y al baño. El comedor cocina era deslumbrantemente hermoso.

Tuya, Por Hoy ✔Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ