- Capítulo 5 -

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Entró en la habitación, furiosa. Steve la siguió detrás.

—¡Venice!

—¡Cierra la boca!

—¡No, escúchame!

—¡Por Dios! ¡Los niños están en la otra habitación! ¡Ya cállate!

—¡Admite que siempre es igual por tu culpa! —insistió, cerrando la puerta de la habitación.

—¡¿Mi culpa?! ¡Tú eres el que quiere arrastrar a su familia a una ciudad peligrosa y desconocida sólo porque quieres cumplir uno de tus caprichos!

—¡Es un trabajo importante y nos beneficiaría a todos! ¡Pero tú te cierras a comprender eso! ¡No apoyas nada de lo que intento hacer para que estemos mejor!

—¡Yo si te apoyo, idiota! ¡Pero no ahora, modificando nuestra vida! ¡Vamos, anda! ¡Di que todo esto es por el estúpido empleo y no por una "mejor situación para nosotros"!

—¡Y si así fuera, ¿qué?! ¡Les he dado de todo por años, jamás les ha faltado algo a ti o a los niños! ¡¿Por qué cuestionas ahora que quiero algo para mí?! ¡Algo que nos vendría bien a los cinco! —gritó, molesto. Después se calló cuando ella no respondió. Intentó calmarse, sé más comprensivo. A los gritos no llegarían a nada—. ¿Puedes... puedes venir conmigo? Por favor —le pidió en un susurro dulce y vulnerable.

Habían estado discutiendo desde temprano. Los niños habían notado la situación incómoda entre mamá y papá cuando estos no se hablaron en la cena. Más tarde, a la hora de dormir, habían retomado la discusión.

El motivo eran los insistentes ruegos de Steve para mudar a la familia a L.A, pero Venice no mostraba señal de estar de acuerdo. Habían pasado semanas desde el viaje a la ciudad, y a excepción del encuentro con Michael, a Venice el viaje le había fastidiado por completo. Sobre todo, porque la casa de Los Ángeles no era más que un departamento, bien amueblado y ubicado en una de las mejores zonas de la metrópolis, pero no podía compararse con su casa de Chicago. Y le aterraba los peligros que esa ciudad pudiera presentar para los niños. Estaba fastidiada, Los Ángeles le habían acentuado mal, removiendo viejos recuerdos y traumas. Cuando Steve le preguntó si había pensado lo de la mudanza, ella le dijo que no estaba de acuerdo y entonces la discusión había comenzado desde la mañana siguiente al regresar del viaje. Y desde semanas atrás, llevaban esa discordia, fingiendo en ratos que el enojo había pasado y luego gritándose entre sí otra vez.

Venice suspiró pesadamente, cubriéndose el rostro con las palmas, después lo miró, más calmada.

—No creo que sea lo que estamos necesitando ahora, Steve...

Pero a pesar de su negativa, él no gritó. Rodeó la cama matrimonial aún sin desatender a pesar de la hora, y llegó hasta donde ella estaba. La tomó por los hombros, en una caricia tierna y comprensiva.

—Nada malo va a pasarnos, es cosa de arriesgarse...

—No quiero tener que hacer eso con mi familia.

—Pero no habrá otra opción, cariño. A veces es lo mejor arriesgarse, y luego verificar si valió o no la pena. Y por mi familia siempre lo vale. Yo lo dejaría todo por ustedes. ¿Tú qué harías?

Le sonrió dulce, amoroso. Llegando a convencerla. Se quedó unos minutos en silencio, tratando de llegar a un acuerdo con sus múltiples voces internas. Finalmente, volteó a ver a su esposo, soltó un suspiro y asintió.

—Está bien. Hagámoslo. Veamos si vale o no la pena arriesgarse.

—Lo haremos juntos —dijo y se inclinó para besarla—. En cada logro de los niños, en cada ascenso... —Sus manos acariciaban en un subir y bajar su espalda, mientras ella lo rodeaba por la nuca—. En cada noche juntos, llenas de nuestro desenfrenado amor y placer... lo haremos juntos.

Tuya, Por Hoy ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora