Cap. 6: Bill

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La vida da vueltas. Se nota que es una pequeña hija puta. Estás en lo que tú crees que es la cresta de la ola, da un vuelco y los tiburones ya están mordiéndote el culo. Ando ahora con Noelia en dirección a el cuchitril de Bill. Noto como esta experiencia me esta cambiando. Estoy empezando a pensar cosas que antes no pensaba. Venganza, destrucción son solo dos ejemplos. Creo que he tocado fondo. A juzgar por mi estado de ira amontonada, me parece un gran hito no haber matado a Noelia. No se ha callado en ningún momento. Ha estado todo el rato diciéndome que todo ha sido culpa mía. Tiene razón, pero no voy a dejar que eso me separe de lo que me ocupa ahora.
-¡No te cansas, verdad! Yendo a la caseta de Bill no vas a dejar de putearme.
-No te puteo, solo te digo la verdad.
-Pues ¿sabes qué?... bah... comeme el rabo. Paso de tus juegos de estúpida marioneta. Sé que este ataque viene de alguien superior. No hay que ser ingeniero de minas para darse cuenta, así que será mejor que me lo cuentes.
-¿Y por qué no me lees la mente, Einstein?
-Pues, la verdad, creo he perdido ese poder. No te lo hubiera preguntado si lo tuviera.
Me molesta su estupidez. Nunca he entendido por qué pero siempre me ha molestado la estupidez. Te puedo dejar ser estúpido pero, si estoy delante, por favor, no lo demuestres. Caminamos por la calle Madrid, estamos cerca del garito de Bill. No entiendo nada en estos momentos. Me siento cual perro rodeado de bistecs envenenados. La impotencia me invade el cuerpo. Me encantaría matarla pero no me serviría de nada. Es más, como al pobre perro, me perjudicaría. Pero que se le va a hacer, a veces en la vida hay que tomar decisiones muy epicureas. Aceptar lo que me ha tocado vivir ahora es lo mejor, creo.
Ya diviso la choza de Bill y este está fuera. Me voy acercando y cuando me ve, me levanta la mando, saludando. Hasta que se fija que voy con Noelia. Entonces se mete a su chabola. Hay que tener cuidado con este tío. Va armado hasta los dientes. Optó por tomar una táctica totalmente ofensiva. Fuerzo mi cuerpo y el fuego vuelve a brotar. Al estar al lado de su casa, toco la puerta.
-¿Quién es?- grita desde dentro.
-Sé que me has visto. ¡Abre!- digo, a la vez que escucho como carga su escopeta.
-Ahora no puedo atenderte.-se excusa Bill.
-Me la suda. ¡Abre!
-¡Qué no puedo abrir, cojones!
-Bill, conoces mi política del Tres ¿no? No lo volveré a repetir. ¡ABRE YA!
Silencio. Noelia se rie. Yo, no. Pego un puñetazo a la puerta. Esta vuela y choca con la pared paralela. De repente, Bill sale y me mete un escopetazo en la barriga. Salgo volando dos metros.
-No debiste de hacer eso- escucho decir a Noelia. Lo corroboro. Él la mira como si no entendiera lo que quiere decir.
Me levanto como si me hubieran pinchado el culo. Cual rayo, me acerco a él y de la patada en la tripa no le salva nadie. Cae al suelo con las manos en la tripa. Creo que me he pasado. Tampoco quiero matarle. Me miro la herida y veo como se regenera la piel quemada y perforada por ese cañón de treinta y cinco milímetros. Siento un ligero cosquilleo en esa zona. Me quedo mirándole. Él en el suelo retorciendose, consigue balbucear:
-¿Eres como ella?
-No.- respondo- Yo soy mejor.

* * * *

-¿¡Qué!?- exclamo medio gritando- Esto ya es surrealista. ¿Me estás diciendo que no sabías que era una bomba? ¡Es como quien ve una vaca y cree que es un arcoiris!
-Yo, en ningún momento tuve permiso para ver el paquete.- se excusa, extrañamente tranquilo.-Además, estás interrogando a la persona equivocada. Yo no soy sospechoso, soy víctima.

Me contengo mucho para no soltarle un sopapo en los morros. Lo que más me saca de quicio es su tranquilidad especialmente irritante. Pregunto:

-¿Qué quieres decir con que "eres la víctima"?
-Mi tienda ha explotado. -al mascullar estas palabras sus ojos se iluminan, aunque su cara se vea consternada. Aquí algo huele a podrido. Esta mintiendo. Y mucho. Aunque decido evitar comentarlo. Decido alargar el tema para confirmar esa sensación.

-¿Y quién ha sido?
-Los cokos están evolucionando-dice él.- Tanto que ya existen oficialmente los cokos kamikaze. No estoy seguro pero algo o alguien está armando a esos cabrones.
-Eso tiene sentido. Es como el coko que mató a Laura y Anais. Llevaba un arma que nunca antes había visto en persona. Y era un arma muchísimo mejor que las nuestras.
-Sí. Era tan buena que ni yo tengo esas armas.-dijo a modo de excusa. Me quedo mirando a Noelia y ella me mira. Sé que sabe algo pero ¿qué? Esto es muy surrealista. En estos momentos mi cabeza parece un enjambre de abejas.
-Bueno. Igualmente vamos a ir a tu "tienda".
-¿Para qué?-pregunta Bill
-Me sorprende que no lo sepas. Una explosión nunca desintegra, sólo desmiembra. Si hay algún lugar donde podamos encontrar pistas, es ahí. -Nada más decir esto, los dos se mirar mutuamente, lo que indica complicidad entre ellos.
* * * *

-¿¡Qué coño está pasando aquí!?-digo al ver tal agetreo en lo que queda de tienda de Bill.
-Sí. Al parecer, si esta derruida atrae a más clientela. Tomo nota.-dice Bill en tono satírico.
-¿Quienes son esos?- con "esos" me refiero a gente con trajes blancos que les tapan todos los rincones del cuerpo y con una mascarilla amarilla que les tapa la cara. El traje es tan apretado que se les nota todos los músculos. Estos son fuertes y se nota que están trabajados con un bien entrenamiento.
-Son agentes de la EREP. Exterminadores de Rebeldes en el Exterior de las Polis. Asesinos del P.E. -dice Noelia. Me sorprende que haya hablado. Tanto que hasta que no lo compruebe no lo voy a creer.
Doy un largo trago a mi petaca de ron y salgo.
-¿Qué vas a hacer?- escucho a la voz de Bill hablando desde atrás.
-Comprobarlo.

Me voy acercando poco a poco. Estos seres no me divisan hasta que estoy a cinco metros. Al esta ahí les digo:
-¿Qué pasa machotes, qué hac...?-mis palabras se ven interrumpidas por una lluvia de balas que impacta contra mi cuerpo. Todas y cada una de ellas penetra en mi piel. Ni una falla, lo que me sorprende ya que son siete personas. Esta gente esta muy entrenada y sabe lo que hace. Es lógico que me disparen. Si se llaman exterminadores de reveldes me deberían exterminar. Punto para Noelia. Después de tambalearme con cada una de las balas decido tirarme al suelo y hacerme el muerto para ganar tiempo. Estos seres del inframundo vienen a comprobar que estoy muerto y cuando me estan tomando el pulso, y para causar confusión, abro los ojos y digo:
-Bu- estos al comprender que aún estoy vivo sólo retroceden unos pasos. No se si están sorprendidos o contetos o aburridos. La máscara me lo tapa.
-Bueno, bueno. Y yo que venía con toda mi buena fe a ver si podía ayudaros en algo. ¿Qué habéis perdido por aquí caballeros?-digo. Nadie responde. Fuerzo mi cuerpo y las llamas vuelven a brotar. Al ver esto uno grita:
-¡Es un Alma!
-¿Un Alma?- después de esto, se abalanzan sobre mí. Me los intento quitar de encima mía como más buenamente puedo pero cuesta. Al final exploto. Salieron los siete volando, pero cayeron todos de pie, síntoma de un buen entrenamiento. Nada más liberarme saco mis baquetas y las convierto en mis katanas. Acto seguido, salto hacía ellos endemoniadamente, pero de uno de ellos consigue frenarme. Están bien entrenados pero yo soy mejor. Me lanza un puñetazo a la cara y antes de impactar yo me agacho, le agarro el brazo y se lo rompo. Ahoga su dolor en un grito que cesa cuando le rompo el cuello y muere. Seis. Otro viene volando de un salto a intentar placarme. Me echo hacia un lado y cuando le tengo en frente, le doy un rodillazo en la barriga que le hace volar aún más. Cinco. Estos cinco que quedan se lian a disparos conmigo. Yo, con las katanas, desvío los disparos. Las muevo a tal velocidad que solo se puede apreciar una sombra gris protegiéndome el cuerpo. Cuando se les acaba la munición me toca a mí. Sacudo mis katanas. De ellas salen algunas balas que se han quedado incrustadas en el frío acero. De ahí fusiono mis dos armas y las convierto en un palo de golf. Con él golpeo las tres balas que se clavaron e impactan contra sus cuerpos. Solo quedan dos. Estos sacan, como de la nada, una espada enorme de su espalda. Saco a mis dos amiguitas otra vez y empezamos el cuerpo-a-cuerpo. Uno de ellos me hace una estocada recta y directa al corazón. En esas, salto, me apoyo en su espada y le ensarto yo una patada en la parte inferior de la mandíbula. El pobrecillo sale volando. El siguiente pazguato me sale con un espadazo trapero por la espalda. Menos mal que me doy cuenta y me agacho a tiempo. Si no lo hubiera hecho estaría ahora mismo sin cabeza. De ahí abajo, saco mi pierna a pasear al cortarle el contacto con el suelo. De inmediato cae al suelo de espaldas y ahí le clavo una de las katanas en la frente. Muerte rápida. Me salpica un chorrito de sangre justo en la parte inferior del ojo dercho. Al segundo de matarle me doy cuenta que mi amigo lleva un colgante consigo. Se lo arranco del cuello y lo examino. En el pone: Equipo EREP Número 3 "Escuadrón Omega"
Noelia no mentía.
De repente, siento un fortísimo golpe en la espalda. Tan fuerte que me hace volar a dos metros dedonde están escondidos Bill y Noelia.
-¿Estás bien? -me grita Bill. Me incorporo y digo con sarcasmo:
-¡Claro, sólo me ha roto la espalda! Joder. ¡Menudas preguntitas hacemos, eh! -y el se fija en quién me ha golpeado. En ese momento, me dirijo a Noelia- Oye maja, no me vendría mal un poquito de ayuda por aquí.
-Tú te has metido en esta batalla, yo no tengo nada que ver.
-Der loco...- suspiro, me crujo el cuello (una mala manía) y me lanzo a por él.

El himno de los SolesWhere stories live. Discover now