Capítulo 2

967 90 62
                                    


"Deseo hacerte daño, muñeca." Una frase que en cualquier otro momento/situación me hubiera creado un escalofrío en la espalda para después recorrer mi cuerpo, dejándome los vellos de punta.

El deseo. ¿Qué es verdaderamente? No más que un impulso de tu cuerpo en un momento dado. El encaprichamiento al no cumplirlo. Aunque solo se tratase de algo simple, tan simple como la frase que tanto soltamos en verano "Deseo ir de vacaciones", que no se compararía nunca con un deseo sexual, ni con un deseo moral... Simplemente era eso "deseo". Y los seres humanos (como yo, como él, como tú mismo) siempre deseamos algo.

—Entonces debería cuidarme de ti, dicen por ahí que el deseo de dañar es un tema tratable en terapia.— respondí con diversión, un destello de esta misma cruzó sus ojos y las comisuras de sus labios se alzaron de forma breve, regalándome un atisbo de sonrisa.

No me dio la impresión de que quisiera seguir hablándome por lo que me alejé de él y me dirigí hasta donde se encontraban mis amigas. Bad Bunny había dejado de sonar, ahora eran las canciones de Juan Magán las que llenaban la discoteca y daban un ambiente fiestero de la época de los dos mil.

Bailé esta, bailé la otra. Bailé con Crisálida, bailé con Nereida. Bailé con un rubio y también con un moreno.

Y cuando el reloj de mi teléfono marcaba pasadas las tres... "Él", el desconocido que ni siquiera me había regalado su nombre, el que tenía impulsos psicópatas. Se acercó a mi, quedando frente a frente, con la oscuridad de su mirada clavada en mi ya cansada vista.

—Te equivocaste en una cosa, muñeca. El deseo de dañar a alguien no solo se trata en terapia, también podemos tratarlo en la cama.

De mis labios se escapa una risa, tal vez porque es lo que suelo hacer cuando no sé qué responder a algo.

Él no se ríe sino todo lo contrario, eleva una de sus cejas casi con incredulidad. Solo esperaba que no pensara que yo me estaba burlando de él o de su propuesta porque no era así.

—¿Sabes que cosa también podemos tratar?— pregunté, él me observaba con curiosidad pero sin decir nada—. Tu nombre, es raro que sepas el mío pero que yo no sepa el tuyo... Si estás jugando a hacerte el misterioso déjame informarte que eso no va conmigo.

—Yo no juego, yo soy.

Arrugo mi nariz.

Él es un hombre de pocas palabras y yo hablaba por los codos. Si ya me decía mi madre que no me callaba ni debajo del agua...

—¿Eres autista o algo parecido? Lo digo, por la falta de comunicación... ¡Quiero decir, no te estoy llamando enfermo ni nada!— fui rápida en aclarar al darme cuenta del error, su expresión seguía manteniéndose neutral—. ¿Eso quiere decir que no lo eres?

—No soy autista.— aclara, una de sus manos se acerca a mi mejilla y dejo que sus nudillos acaricien la piel de esta—. Soy psicópata.

Me río una vez más, haciendo que él se ría conmigo.

—Los psicópatas no van por ahí diciendo que lo son.— murmuré con diversión.

—Tienes razón.— dijo en apenas un susurro audible.

Me remojé los labios con la lengua cuando vi su rostro acercarse al mío con claras intenciones de besarme. Esperaba que eso se le diera mejor que mantener una conversación.

Sus labios eran blandos y estaban húmedos, gracias a esto último se movían con mejor facilidad sobre los míos. Entreabrí los míos dejándole paso a su lengua, era cálida y se deslizaba con gran agilidad en mi boca.

Definitivamente sabía como poner caliente a alguien con solo un beso de apenas segundos.

—¿Es necesario que repita mi propuesta?— pregunta sobre mi boca.

—No, sé de sobra que quieres acostarte conmigo.— admito alejándome unos centímetros para mirarlo mejor a los ojos—. Tu erección está presionando mi abdomen desde hace un par de minutos.

—Si esperas que me avergüence de eso, déjame decirte que no voy a hacerlo.

—No esperaba que te avergonzaras.— mentí, era una de las reacciones más habituales de los hombres.

—¿Entonces que es lo que esperas, muñeca?

—Me llamo Cyara.— le repito mi nombre por si acaso lo había olvidado—. Y lo que espero es que me saques de una maldita vez de esta discoteca, está sonando una canción de Maluma y yo detesto a ese hombre.

Veo como se atrapa el labio inferior entre los dientes, deslizándolo por estes de una forma tan sensual que me hizo apretar las piernas.

Tenía un toque siniestro pero lo compensaba con lo caliente que era.

—No quiero decepcionarte, pero no pienso aprenderme tu nombre... Es insignificante.

Por un momento creí que recitarías Romeo y Julieta... "The name isn't important..."— antes de que pueda seguir recitando ese diálogo su dedo índice se presiona en mis labios haciéndome callar—. Ya entendí, lo tuyo no es la literatura.

—La única literatura que me interesa es la de tu cuerpo.— confiese mientras que su otra mano toma la mía—. Por lo tanto, voy a llevarte a la habitación de un motel para hacerte recitar mi nombre entre gemidos.

La propuesta más tentadora que había oído en toda mi vida, el único inconveniente es que todavía no sabía cuál era su nombre y eso me impedía gemirlo.

MuñecaWhere stories live. Discover now