Capítulo 10

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Disney nunca fallaba y al parecer cierto psicópata nunca había visto ninguna película de este tipo, era la ocasión perfecta.

Suspiré, sabiendo que no estaba haciendo las cosas mal del todo, todas esas chicas habían sido liberadas. Estaba feliz. Al menos ellas tendrían lo que a mí me faltaría por el resto de mi vida: libertad, independencia, albedrío.

—No sé por qué accedí a ver esto contigo —se quejó el rubio, recostándose en la cama y acomodando la almohada tras su cuerpo—. Me estoy aburriendo.

—Deja de hablar y préstale atención, ya verás como no te aburres —reproché, señalando la pantalla.

Él bufó pero no dijo nada al respecto, me hizo caso, eso era algo que no me esperaba. Por lo general no me hacía caso, parecía escucharme pero al final hacía lo que le daba la gana.

Al verlo concentrado mirando la película decidí hacer también lo mismo, terminé lloriqueando con el final y me aferré a su cuerpo con la esperanza de que me consolase.

—Es una película —dijo lo obvio, y para mi sorpresa envolvió mi cuerpo con sus brazos—. No entiendo, no hay razones para llorar... Eres una muñeca muy  depresiva.

—Yo no soy tal cosa —refuté, sorbiendo mi nariz—. Tiene un final triste...

—Si tú lo dices...

Detesto que no pueda sentir empatía, verdaderamente lo detesto. Un poco de vez en cuando no le vendría nada mal, digo yo...

Permanecemos abrazados durante un rato, yo por no querer soltarlo y despegarme de él, supongo que él solo se dejó llevar. Pero llegó el momento de separarnos y yo no me atreví a alzar la mirada por vergüenza, mirarlo a la cara después de hacer cualquier cosa (sin importar lo que fuera) resultaba complicado para mi.

—¿Qué tipo de libros solías leer? —preguntó, algo que me hizo sentir los dichosos gusanillos en el estómago.

Porque mis mariposas ya estaban muertas desde la adolescencia, tener bichos voladores en dentro de ti estaba sobrevalorado. Las mariposas están pasadas de moda.

—Bueno... Me gusta la literatura clásica —admití un tanto avergonzada, no era algo que solía decirle a todo el mundo porque me tachaban de aburrida—. La española y la inglesa.

—¿Ah si? —ladeó la cabeza, mirándome con curiosidad—. Cuéntame de esta pasión, muñeca.

Sonreí, más emocionada que nunca, no había hablado con nadie sobre libros, ni historias, ni autores... Básicamente porque la gente con la que me juntaba no tenía mis mismos gustos, por ejemplo: mis mejores amigas, podían ser un amor en todo pero en cuanto a libros no tenían idea y yo no quería aburrirlas con mi plática.

Así que hablé. Le conté de Cervantes, critiqué a Don Quijote de la Mancha todo lo que me dio la gana, le solté mis teorías de Shakespeare, maldije a Romeo y a Julieta al menos tres o cuatro veces, le eché rositas a Jane Austen, puse a Francis Scott Key Fitzgerald en un altar y le hablé de mi admiración sobre Jay Gatsby, quien era mi crush literario sin duda alguna.

Y él me escuchó, incluso pude percibir atisbos de sonrisas cuando empecé a recitarle un poema de Antonio Machado.

—Los libros de antes eran mejores que los de ahora —bufé, cruzándome de brazos—. Hoy es todo lo mismo, una porquería.

—Hay muchos escritores buenos y tú aquí diciendo esto...

—No, no hay muchos —negué con la cabeza—. A día de hoy todo es romance juvenil, eso no mola.

—Ya veo —pareció meditar mi respuesta—, tiene sentido entonces que te guste Fitzgerald.

—Yo le rezo a ese señor por las noches —dramaticé, soltando un largo suspiro.

Él rió y tras dejar un beso en mi frente se levantó, se excusó diciéndome que tenía asuntos importantes que hacer y me dejó allí en la habitación con la cuenta de Disney abierta. Eso solo significaba una cosa...

¡Películas toda la tarde! ¡Yuju!

Y así fue, claramente. Intenté poner mis favoritas y traté de no llorar demasiado, no quería ahogarme en mis lágrimas y que nadie me consolara.

Que triste era la vida, al menos le lloraba a los finales de las películas y no a cosas peores.

Cuando me cansé de clásicos me salté a Marvel, adoraba todas sus películas e iba a darme un maratón porque no tenía nada mejor que hacer. Terminé quedándome dormida en mitad de una peli de Spiderman. Tuve sueños raros, como de costumbre, así que no le tomé demasiada importancia. Aunque tengo que admitir que Cenicienta y Batman harían buena pareja, al igual que Blancanieves y Robin.

Sueños raros a un lado...

—¡Muñeca, tengo algo para ti! —la voz de dicho hombre me hace abrir los ojos de mala gana—. Son las ocho de la tarde, ¿qué haces durmiendo la siesta?

—No es la siesta... Me quedé dormida —me excusé, refregando mis ojos mientras me acomodaba en la cama, tenía una dolorosa postura en el cuello pero prefería ignorarla—. ¿Qué es lo que tienes para mi?

La curiosidad mató al gato, ¿no?

Rubio, a mi no me mates, por fa... A veces aprecio mi vida y tal.

MuñecaKde žijí příběhy. Začni objevovat