𝑼𝒏𝒐

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𝑰𝒔𝒕𝒂𝒏𝒃𝒖𝒍, 𝑰𝒎𝒑𝒆𝒓𝒊𝒐 𝑶𝒕𝒐𝒎𝒂𝒏𝒐, 2𝒅𝒆 𝒏𝒐𝒗𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒅𝒆 1539...

Topkapı y la capital estaban de celebración; la hija favorita del Sultán Süleyman estaba contrayendo matrimonio con su amado de orígen croata. ¡Ella era la mujer más feliz del universo!

Mihrimah Sultan era luz que resplandecía por todo lugar que fuera con su vestido de novia. Mientras que su madre, la poderosísima Sultana Hürrem estaba sentada en el diván en absoluto silencio, aunque por dentro ella estaba más feliz que Mihrimah, pues ahora tenía otro lado por dónde manipular a Su Majestad —algo por verse ya que se decía que él no era así fácil de influenciar— además de Mehmed, su hija, y ella misma. Y algo que también la tranquilizaba un poco era que Rüstem amaba a la Sultana, así que ella no sería infeliz por su otro amor platónico: Malcoçoğlu Bali Bey.

Pero de cierta forma no le gustaba el Paşa croata; lo veía como un hombre sin elegancia ni gracia. Sea como sea debía —o debía aprender— aceptarlo, pues él le ayudaría a que uno de sus hijos se convierta en el nuevo dueño del trono otomano.

—Felicidades, Majestad. —felicitó Raziye Sultan.

La Sultana del sol y la luna sólo le sonrió por compromiso a su hermana menor, no por que quisiera. Después de todo, si sus madres eran enemigas a muerte, las hijas lo eran desde la matriz. Apesar de ser hermanas, Mihrimah detestaba a su hermana menor, y la Sultana menor no era ajena a esto. Además, según la lógica de ambas, el único lazo que las unía era compartir el mismo progenitor.

¡Tranquila Mihrimah Sultan!, el sentimiento es mutuo…

Por otro lado Mehmed, Selim, Bayezid, Cihangir y hasta el mismo Şehzade Mustafa estaban contentos con el enlace matrimonial de la princesa. Quizá lo mejor de todo para los habitantes del palacio y capital es que habría fiesta por dos semanas. En pocas palabras: comida y juegos gratis.

—Ojalá sean más felices que nosotros, Süleyman. —comentó entre dientes la Gran Sultana Hürrem.

El Magnífico hizo un esfuerzo enorme para no gritarle a su esposa por aquella insolencia. Tragándose la ira el gran Sultán le respondió de igual forma que su consorte:

—¿Vas a empezar ya, querida? —contestó con notable sarcasmo la última palabra. Se notaba demasiado sarcástico, que hasta que el Şehzade Cihangir lo pudo notar.

El feliz matrimonio de los Sultanes se había ido al caño por una concubina griega llamada Circe, que con una simple mirada había cautivado al hombre que profesaba por lo más alto el infinito amor que le tenía a su Sultana, a la mujer por la que había roto 200 años de tradición y leyes.

—Ya dije mis condiciones, Su Majestad Imperial —agregó disimuladamente, evitando que la escuchasen—. No quiero a esa mugrosa en el harén. Ya no volveré a repetirlo. —remarcó la palabra que aludía lo sucia que era Circe, y no es broma, la griega esa llegó a Topkapı totalmente mugrienta. Inclusive Hürrem apareció por primera vez en el palacio tan limpia que los que la vieron creyeron que se trataba de una mujer libre.

—Esa “mugrosa” se queda aquí. Y es mi última palabra, Hürrem. —le respondió indiferente a las exigencias de su mujer.

El Şehzade Cihangir volteó a ver a su progenitora —¿Qué sucede mami?

—Nada mi niño. Tú continúa leyendo. —el niño obedeció a su madre sin chistar. Igualmente, ¿A él que le importaba de lo que estuviesen hablando sus progenitores? Probablemente eran sobre los asuntos de Estado.

Pero la rutena no se detendría ahí. No. Ella quería seguir dándole cuerda a la lucha verbal contra su esposo aún existiendo la posiblidad de ser regañada severamente por el mismo Sultán por hablarle así de grosera.

Me vale madres Sultán Süleyman…

—Y ahora lo que me molesta es Rüstem Paşa —la pelirroja se quejó una vez más—. ¿Haz visto como toma sus alimentos? Es repugnante. Sólo hará pasar vergüenza a Mihrimah en las cenas con el consejo.

En eso la Haseki Sultan tenía mucha razón, pero Süleyman no desistiría. Si Rüstem hacía feliz a su amada hija, él debía respetar su decisión. Él no podía forzar a Mihrimah amar a otro hombre.

Su Alteza se levantó del diván y salió del aposento. El ambiente que respiraba al lado de Hürrem Sultan era tóxico, muy tóxico.

—¿Por qué mi padre Sultán se fue mamá? —preguntó Cihangir.

Su Majestad no respondió la pregunta de su hijo porque en su cabeza estaba ideando como sacar a esa mujer del harén, sin matarla claramente; pues si acaba con su vida, era más que obvio quien era la persona que dió la orden para que se lleve a cabo su ejecución. ¿Qué tenía de malo? Pues, sería la primera vez que Hürrem Sultan mataba a una concubina.

 ¿Qué tenía de malo? Pues, sería la primera vez que Hürrem Sultan mataba a una concubina

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La celebración con la familia más cercana ya había empezado. Estaban presentes todos los hijos del Sultán Süleyman —ósea ahora podíamos vernos todos a la cara sin importar que alguien sea integrante de un harén—, mis cuñados en pocas palabras. Sabía que yo era del agrado de mi suegro, pero mas no era del agrado de mi suegra; y si era así. ¿Por qué había permitido este matrimonio? ¿Será por qué yo la convencí a para casarme con Mihrimah a cambio de lealtad de por vida y hacer que un Príncipe suyo se convierta en Sultán? No lo sé.

Sentí que una mirada se había clavado como una estaca en mí y que por nada del mundo se quitaría de encima mío.

Hürrem Sultan.

Ella se aproximó a mí, probablemente quería hablar. Yo siempre admiré a esa mujer, Aleksandra Lizowska había demostrado que un esclavo podía llegar a lo más alto si se lo proponía. No en vano ella conocida hasta en Europa como Roxelana.

—Escúchame Paşa. No voy a tolerar ninguna incompetencia tuya. ¿Comprendes? —la noté un poco rara. Sólo un poco.

—Su Alteza Imperial... —la rutena no me dejó terminar y continuó hablándome. Además me regaló una fea mueca.

—La primera regla es que aprendas a cerrar la boca. —escupió su veneno. Esto sí que estaba jodido.

Uno: ella ni siquiera se habían molestado en conocerme como para decir que era incompetente. Bueno, sí era algo incompetente, pero poquito. Dos: jamás me dijo que habían reglas. Tres: se decía que era un mujer risueña y alegre, contrariamente la Sultana no se estaba comportando así conmigo; ella fue muy dura con mi persona.

¿Cuál era su problema conmigo? Yo no le hice daño alguno, esta mujer estaba re loca…

𝑫𝒂𝒎𝒂𝒕Where stories live. Discover now