𝑵𝒖𝒆𝒗𝒆

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Las lágrimas rápidamente empezaron a deslizarse por las suaves y rosas mejillas de Mihrimah Sultan. No eran lágrimas de tristeza o enojo. No. Eran lágrimas de felicidad, pues ella llevaba dentro de sí misma al niño —o niña— de Rüstem. El fruto del amor que ambos compartirían muy felizmente como pareja y familia.

Naturalmente al confirmar el embarazo el padre se sintió muy feliz, y Hürrem aparentemente también. Tampoco es como si ella amara o sintiera algún sentimiento romántico hacia su yerno. Para enamorarse y amar, Hürrem Sultan necesitaría mucho tiempo: de la misma manera que ocurrió con Süleyman. De hecho en un primer momento el amor del terror de Europa comenzó como platónico. Eso incluso lo sabía él mismo, por lo que a lo largo de tres años su único objetivo fue conseguir el amor y cariño de su amada rusa. Tal cual lo consiguió, irónicamente ahora mismo están peleados y ni siquiera se ven a la cara sin hacer muecas de desagrado mezclado con un ligero resentimiento. Volviendo al tema de la Sultana, de cierta forma le molestó eso. Su lógica era la siguiente: “Si estuviste conmigo, no puedes estar con otras. No hasta que yo te dé permiso.”

Eso igualmente aplicó con Süleyman en los días que la pelirroja era una simple concubina de su señor, y el último mencionado pasaba las noches con Mahidevran Gülbahar Baş Kadın.

—Quizá te dé más hambre de lo normal. O como lo fue el mío, un apetito voraz —recordó cuando se hallaba en la misma condición de su primogénita—. Te sentirás cansada, probablemente.

—¿Eso sucedió también contigo madre? —cuestionó la castaña.

Sonrió un poco y le besó en la frente. —Sí, el cocinero pensaba preparaba comida para un ejército entero. Casi renunciaba el pobre.

Estuvieron hablando sobre muchas cosas que derivan de un embarazo: cuidados, alimentación adecuada, nombres únicos para el o la bebé... hasta que llegó el tema de informar al rey de reyes, ósea al Sultán Süleyman.

—Seguro estará muy feliz al enterarse de la dulce espera.

—Sí, seguramente.

La voz de Aleksandra no sonaba muy entusiasta —o por lo menos en lo último que salió de su boca—. Aunque luego recordó que en todos los embarazos que ella tuvo, Süleyman tan solo enterarse comenzaba brincaba de la felicidad. Tal vez sería así en esta gestación que no era suya, sino de la de su amada Sultana del Sol y la Luna.

—Será muy feliz. —esta vez se escuchó más animada.

 —esta vez se escuchó más animada

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Se hizo una celebración, ya faltaba poco para el nacimiento de mi nieto, Mihrimah tenía seis meses y medio de embarazo

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Se hizo una celebración, ya faltaba poco para el nacimiento de mi nieto, Mihrimah tenía seis meses y medio de embarazo. Las fiestas eran más comunes desde que se hizo público el embarazo de la Sultana. Süleyman en más de una ocasión me propuso regresar con él, ya no nos llevábamos tan mal como antes. Lo cierto es que no quería volver a Topkapı. Ya no estaba la esclava, Su Majestad le había perdido el gusto a estar con ella y eso me alegraba, pero, me aburría la vida de Gran Sultana en el palacio.

Todo andaba de lo más genial hasta que de un momento a otro oí como la gente empezaba a soltar alaridos de miedo, no solo eso sino que alguien rezaba a gritos. Yo estaba en mis aposentos, el ruido de la celebración me había aturdido, y tenía un leve dolor de cabeza que ya estaba desapareciendo gracias al efecto que causaba el agua de manzanilla. Quise levantarme de donde estaba sentada para dirigirme al lugar de la fiesta y saber que ocurrió. Apareció un Sümbül Ağh asustado, aterrado, diría yo.

—¿Sümbül que está ocurriendo? ¿Por qué gritan tanto? —el eunuco entró con un semblante muy preocupante, inclusive parecía que quería llorar. No señor, no me daba buena espina.

—M-Majestad Imperial. —titubeó. Con eso supe que algo andaba mal. Pero el no me hablaba y me desesperó.

—¡Dí algo, me desesperas! —me levanté de golpe.

—Mihrimah Sultan se accidentó y es probable que–

—¡Allah es misericordioso y no permitiría que un inocente que no tiene pecado se marche de nuestro lado. ¿Entiendes Sümbül?!

—Amén señora.

Corrí como loca sin importarme el protocolo hasta donde se encontraba mi hija. Lloraba y gritaba salvaran a su bebé, me partió el alma verla en esa condición. La llevaron dentro de un aposento, al llegar la médica le pregunté si el niño sobreviviría, me contestó que haría lo posible. No quería saber que causó aquel accidente.

Rüstem ya estaba ahí, llorando al mismo tiempo que rezaba también. Fui a consolarlo y a decirle que todo iba a estar bien. En el fondo ambos teníamos la creencia que eso no era verdad. Aunque era mejor mentir a afrontar la maldita cruda verdad...

Le recé a Allah, si deseaba mi alma para la salvación de mi hija y nieto se la daría gratis, se la regalaba con la condición de la seguridad ambos. Un alarido desgarrador se oyó, para ya no escucharse más.

—Allah te lo ruego. —murmuré por última vez, esperando a que Él haga un milagro.

Una de las mujeres que atendieron a mi hija salió de la habitación. Me inquietó, hizo que el mundo se ponga tembloroso con tan solo verla con sangre, quien sabe la de mi hija o su hijo. Tenía miedo, mucho miedo a perderlos a ambos.

—¡¿Y?! ¡Dímelo ya mujer! ¡Me matas!

La médica no sabía como decírmelo, por supuesto lo noté. No encontraba palabras. Dijo:

—Alteza–

Ahí fue cuando apareció el Padişah, vino lo más rápido que pudo al descubrir el accidente de nuestra hija. Él empezó a hacerme preguntas sobre como ésto era posible y yo no me molestaba en prestarle atención ni a responder, quería saber el resultado del intento de cirugía que aplicaron en la Sultana Mihrimah.

—¡Silencio Süleyman! —le ordené gritando. Este me miró con desaprobación y quiso reprocharme. Luego entendió el porque de mi acción—. Mujer dime cómo está Mihrimah Sultan y su hijo ahora mismo. —pedí.

Si algo le pasaba a Mihrimah yo me moría... así de fácil, yo misma le pondría punto final a mi vida... no me importaría nada, ni nadie…

𝑫𝒂𝒎𝒂𝒕حيث تعيش القصص. اكتشف الآن